Sexta Parte: LUG - CAPÍTULO 67

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CAPÍTULO 67

—Oh, Luigi, siento tanto esto— murmuró Lug, acercándose a la cama—. Si hubiera sabido que la investigación del símbolo era tan peligrosa, no los habría embarcado en esto— se lamentó.

—¿Qué son todos esos tubos y cables que tiene conectados?— preguntó Dana.

—Es lo que lo mantiene vivo— explicó Augusto.

—Significa problemas— dijo Lug.

—¿Por qué?— inquirió Dana.

—Porque mi idea era sacarlo de aquí y llevarlo al Círculo para poder sanarlo, pero si lo desconectamos de estas máquinas, morirá antes de que logremos llevarlo a la cúpula— explicó Lug, preocupado.

—Tal vez no sea necesario llevarlo hasta el Círculo— dijo Augusto, esperanzado—. Tal vez usted pueda sanarlo aquí mismo.

—No, Augusto, lo siento— meneó la cabeza Lug—. Mis habilidades están bloqueadas en este mundo.

Augusto se sacó un colgante con una bolsita de tela por encima de la cabeza y se lo ofreció a Lug:

—Esto puede eliminar el bloqueo— le dijo.

Lug arrugó el entrecejo, tomando el colgante:

—¿Qué es esto?— inquirió.

—Un regalo de Lyanna. Es un mechón de su cabello. Ella lo cargó con su energía personal. Descubrí de casualidad que mi habilidad funciona en este mundo cuando lo llevo colgado del pecho. También lo probé en el bosque de balmoral, al sur de las Marismas en el Círculo: anuló totalmente el efecto dispersante de los árboles. Supongo que tiene que ver con el hecho de que la propia Lyanna es inmune al balmoral.

Lug abrió la bolsita y estudió el mechón de pelo con interés:

—Vale la pena intentarlo— dijo, colgándose la bolsita alrededor del cuello.

Cerró los ojos, y apenas comenzó a concentrarse, vio enseguida los patrones en su brillante y entrelazada malla. Abrió los ojos de golpe:

—¡Por el Gran Círculo!— exclamó, sorprendido—. ¡Funciona!

—Excelente— sonrió Dana.

—Esto va a llevarme un rato— dijo Lug—. Será mejor que traben la puerta, no quiero que nadie me interrumpa.

Augusto tomó una silla y la colocó inclinada sobre la puerta, el respaldo trabando el picaporte. Lug asintió, satisfecho, cerró los ojos y comenzó a trabajar con una mano apoyada en la frente de Luigi y la otra suspendida sobre el área de la herida. Desestimó los patrones de todos y se concentró en los de Luigi. Enseguida, percibió que los patrones flotaban, funcionando desconectados de su cuerpo, como si no quisieran saber nada con conectarse al mundo físico, pues ese mundo entrañaba amenaza, dolor, sufrimiento y pérdida. Lug entendió que debía hacerle sentir a Luigi su presencia y la promesa de ayuda, del retorno a un estado de seguridad, de bienestar. Enlazó sus propios patrones con los de Luigi, reforzándolos, reconectándolos, acercándolos al mundo del que habían huido para esconderse. Al principio, notó cierta resistencia, pero luego los patrones empezaron a responder a su guía y aceptaron volver a su estado original de enlace con el cuerpo físico. Poco a poco, su cerebro tomó el mando de las células de su cuerpo. Cuando Lug logró que la conexión se restableciera, comenzó a hacer fluir más energía, ayudándolo a restaurar el daño en los tejidos, en los órganos, oxigenando, sanando, fortaleciendo. Con satisfacción, vio en su mente la recuperación completa del organismo de Luigi.

Lug escuchó que Augusto le decía algo. Salió del trance lentamente y vio que Luigi tenía los ojos abiertos y estaba totalmente consciente:

—No intentes hablar— le advirtió—. Estás intubado.

Instintivamente, Luigi se llevó las manos al tubo que salía de su boca.

—No— le tomó las manos Augusto, y luego a Lug: —Tal vez deberíamos llamar a Amicis para que le saque esta cosa.

—Amicis debe estar con la policía en este momento, no creo que sea conveniente que...—comenzó Lug.

—Apártense los dos— dijo Dana—. Si el tubo entró por la boca, saldrá por la boca.

—Dana, ¿estás segura de esto?— la cuestionó su esposo.

—Solo relájale el cuello y las cuerdas vocales— le pidió ella, tomando el tubo con una mano y la cabeza de Luigi con la otra.

Lug asintió y posó suavemente su mano sobre el cuello de Luigi. Dana tiró del tubo de forma firme y lenta, hasta que lo sacó totalmente del cuerpo de Luigi.

—Gracias— tosió Luigi con la voz ronca—. ¿Qué pasó? ¿Cómo...?

—Ya habrá tiempo para explicaciones— lo cortó Lug—. Ahora debemos salir de aquí.

Luigi asintió, tratando de incorporarse en la cama

—Tranquilo— lo empujó Lug para abajo otra vez—. Arreglé el daño, pero necesitas descansar—, y luego a Augusto: —Consigue una silla de ruedas.

—Claro—. Augusto destrabó la puerta y salió de prisa de la habitación. Volvió en menos de cinco minutos con la silla.

Entre Augusto y Lug, desconectaron el resto de los cables del cuerpo de Luigi y lo ayudaron a sentarse en la silla de ruedas. Los monitores comenzaron a chillar con estridentes alarmas.

—¡Rápido!— los urgió Lug—. Tenemos que sacarlo de aquí.

—¿Cómo vamos a lograr sacarlo sin que nos detengan?— inquirió Augusto, preocupado.

—Tengo una idea— acarició Lug la bolsita con el cabello de Lyanna—. Solo no se separen de mí, caminen despacio y no hablen fuerte.

—¿Qué estás tramando?— le preguntó Dana.

—Les explicaré después, solo hagan lo que les digo— respondió Lug.

Los tres salieron de la habitación, Augusto empujaba la silla con Luigi. Caminaron por los pasillos con normalidad, sin prisa, y por alguna extraña razón, nadie les prestó atención. Todos parecían enfrascados en sus propios asuntos. Las enfermeras y los doctores pasaban junto a ellos como si no los vieran. Los guardias de seguridad parecían de pronto encontrar fascinante mirar para otro lado cuando los tres caminaban atravesando las puertas que ellos guardaban celosamente.

En diez minutos, estuvieron en el estacionamiento, ayudando a Luigi a subir en la parte delantera del coche.

—¿Quieres decirme cómo lograste eso?— le preguntó Dana a Lug, mientras cerraban las puertas y Augusto arrancaba el automóvil.

—Filtro de percepción— respondió Lug—. Me lo enseñó Humberto. En lugares como este, las personas están muy enfocadas en sus tareas y no prestan mucha atención a lo que pasa a su alrededor, a menos que sea algo muy fuera de lo común. Lo que hice fue acentuar ese enfoque y envolvernos a nosotros en una especie de burbuja que nos hacía comunes e inconspicuos para su percepción. En el caso de los guardias, fue un poco más difícil porque su tarea es justamente vigilar a gente como nosotros, así que con ellos solo planté la urgencia de mirar hacia otro lado cuando pasamos frente a ellos.

—Eso es interesante— concedió Dana.

—Nunca lo había usado antes, así que no sabía si iba a funcionar, solo conocía la explicación teórica que me dio Humberto de cómo hacerlo.

—Pues funcionó a la perfección— sonrió Augusto, pisando el acelerador para alejarse lo antes posible del hospital.

EL SELLO DE PODER - Libro V de la SAGA DE LUGWhere stories live. Discover now