009

161 21 6
                                    

Los días pasan y se convierten en semanas. Los minutos parecen transcurrir tortuosamente lentos cuando estoy solo en mi casa. Pero cuando me las arreglo para cruzar al Estado Azul (o Ryan para cruzar al Rojo) o puedo pasar un tiempo hablando con Gerard, las horas parecen pasar volando delante de mí como pájaros en el cielo.

De todas formas, no me quejo, estoy viviendo de una forma mucho más tranquila y menos solitaria de lo que me esperaba. Aunque sigo extrañando a Jon, que es la única persona a la que es casi imposible para mí ver y tampoco estoy seguro que mis notas a él hayan llegado porque nunca obtuve una respuesta. Solamente quiero saber si está bien, no pido demasiado. Eso es lo único que estuvo y está rondando en mi cabeza estos últimos días. Incluso ahora, que Ryan está acostado a mi lado, respirando suavemente con su cabeza enterrada en la curva de mi cuello; sigue siendo en lo único que puedo pensar. Traté de hablarle a Gerard sobre el tema, lograr sacarle un poco de información sobre su supuesto amigo que fue quien iba a llevar las cartas a su destino, pero lo único que hace es evadir mis preguntas. Parece que se volvió un experto en eso últimamente, o quizás siempre lo fue y yo no lo conocía lo suficiente como para darme cuenta.

Ryan se mueve un poco a mi lado y en pocos segundos noto que está despierto, porque me encuentro con sus ojos color miel a sólo unos centímetros de los míos.

— ¿Cómo dormiste? — pregunto despacio porque sé lo mucho que odia que la gente haga demasiado ruido cuando él apenas se está despertando, incluso cuando son las cuatro de la tarde, como ahora, y no la mañana.

— Cómodo, pero no quiero tener que irme... quiero quedarme acá... con vos. — Lo último lo dice en un susurro casi inaudible, pero estamos tan cerca que sería imposible no escuchar cada cosa que sale de sus labios. De repente me vuelvo muy consciente de su brazo que sigue alrededor de mi cintura, de sus dedos que están trazando arabescos invisibles en mí por encima de mi remera, de su respiración calmada enviando olas de calor que recorren mi cuerpo de pies a cabeza. — De todas formas sigo cansado, podría quedarme acá durmiendo el resto del día.

Cuando vuelve a hablar parezco salir de mi trance, vuelvo a la realidad para darme cuenta que estando acá, con él, es de la única forma en que logro ahuyentar cualquier pensamiento negativo.

— ¿Estás durmiendo aunque sea un poco en algún momento? — pregunto tratando de ocultar la preocupación en vi voz. Hace semanas que cada vez que voy a su departamento termina, en algún punto, tomando una corta siesta o acomodándose en el sillón de mi casa para descansar un rato cada vez que viene acá. Ya se volvió una especie de rutina y no me quejo para nada de saber que Ryan tiene la suficiente confianza conmigo para quedarse dormido mientras me abraza, pero necesito asegurarme de que todo esté bien.

— Sí, solamente me cuesta un poco más dormir de noche que de día, supongo que mis horarios están al revés.

Sé que está mintiendo, a este punto es algo que puedo notar por su tono de voz y por la forma en que no me mira directamente a los ojos cuando lo hace. Pero lo dejo pasar por ahora, teniendo en mente que Ryan es lo suficientemente maduro como para darse cuenta cuando algo no anda bien y necesita ayuda. En todo caso, supongo que recurriría a mí o a alguien más.

Sus manos empiezan a jugar con mi cabello e instantáneamente me olvido del tema mientras las hebras rojizas se deslizan suave y delicadamente por entre sus dedos. Su tacto es tan relajante que en unos pocos segundos siento como mis propios párpados se empiezan a cerrar. Pero no quiero dormir, a veces pasan días hasta la próxima vez que puedo volver a estar con él y no quiero perder el tiempo, incluso si a veces todo lo que hacemos es quedarnos en la cama y disfrutar del silencio.

— ¿Me odiarías si te digo algo? — Sus palabras logran despertarme completamente otra vez a pesar de que son apenas un susurro. Su cara está tan cerca de la mía que no soy capaz de emitir ningún sonido, mucho menos una palabra o una oración. Así que muevo apenas la cabeza para indicar que no, no podría ni aunque lo intentara, ni aunque me lo pidiera. Al igual que tampoco podría hablar justo ahora. — Podría besarte justo ahora — dice todavía más despacio que antes, pero no necesito que lo repita para saber lo que está diciendo, y tampoco necesito verme al espejo para saber que estoy sonrojado, porque siento mi cara ardiendo. Ryan me mira de una manera que podría develar cada uno de mis secretos si eso fuese posible. — ¿Me dejarías? — Él está tan cerca de mí que siento su respiración chocar contra mi piel y me quedo perdido entre la sensación y el recuerdo de sus palabras resonando unos segundos atrás.

Pero él sigue ahí, y sé que sigue esperando una respuesta que, por más que quiera, no soy capaz de darle. Mi cabeza parece no estar funcionando con normalidad porque algo tan simple como decir un monosílabo me resulta imposible. Y estando todavía tan cerca de él puedo ver cómo el pequeño brillo que hace unos segundos estaba presente en sus ojos se desvanece lentamente. No sé cuantos segundos pasan, no sé si se convierten en minutos aunque eso lo veo poco probable. Solamente sé que deben ser suficientes, porque Ryan está levantándose lo más rápido posible, murmurando alguna excusa sobre que se tiene que ir. Y yo me levanto también cuando siento que el calor de su cuerpo ya no está al lado del mío, pero para cuando voy hacia donde él se dirigió, ya no está y yo sé que arruiné las cosas otra vez.

Salgo de mi casa sin importarme el viento helado que hay ahora. De algún modo, un par de horas pasaron desde la última vez que miré el reloj y ahora son las seis de la tarde. El cielo está nublado, aunque no está lloviendo por el momento. Pero no veo a Ryan y no tengo idea en qué dirección se fue. Y aunque sé dónde podría encontrarlo, no estoy seguro de querer hacerlo y tener que enfrentarme con su mirada dolida otra vez.

Así que vuelvo a mi habitación, cerrando la puerta principal con odio como si ese objeto tuviese la culpa, me cubro con la colcha de modo que mi cabeza queda totalmente escondida y hago de cuenta que, de esa forma, puedo escapar de mí mismo por unos momentos.

*

Cinco días pasan y todavía no sé nada de Ryan. Es obvio que él no va a intentar contactarme o venir a verme, así que sé que todo es culpa mía por ni siquiera hacer el esfuerzo. Pero la realidad es que estos últimos días me estuve sintiendo tan mal que apenas hice un intento fallido por contactar a Gerard, que hasta estoy agradecido que no haya funcionado porque en el fondo sé que yo no tenía ganas de hablar ni de estar con nadie en ese momento. O tal vez sí pero se trataba de la única persona que no quiere estar conmigo.

Alguien empieza a tocar el timbre de mi casa y al principio lo ignoro, pero es tan insistente que termino haciendo un sacrificio para levantarme de la cama. Abro la puerta sin interesarme en ver antes de quien se trata y me desconcierto un poco cuando recién veo a la persona que ahora se encuentra en frente mío. Tiene una campera roja con capucha que cubre prácticamente toda su cara, podría jurar que la prenda es mía, pero la persona nunca podría ser Ryan, porque él es mucho más alto.

— ¿Puedo pasar? — Cuando habla reconozco la voz, no podría no hacerlo. Ruedo los ojos antes de correrme del paso para dejarla entrar.

— ¿A qué viniste? — digo de mala gana cuando ella ya está adentro y la puerta está cerrada. Ashley se saca mi abrigo y deja al descubierto su rostro y su brillante cabello azul.

— Sé lo qué pasó, Ryan me dijo — hace una pequeña pausa antes de seguir. — Pero también sé algunas cosas que él no me dijo así que vine a preguntarte qué hiciste.

— No entiendo por qué te tomaste la molestia de venir hasta acá si ya sabes lo que pasó y lo que hice — digo rodando los ojos. Tampoco entiendo mis propios motivos para estar tan molesto con ella cuando lo único que quiere es ayudar, pero por más que lo intente hay algo en su personalidad que no encaja y no siento que pueda confiar en ella, por lo menos no por ahora.

— Porque lo que Ryan no sabe es que vos te sentís de la misma manera que él y ahora cree que lo odias. Así que quiero que me digas por qué lo hiciste.

— ¿Y por qué debería decirte? No somos amigos.

— Aunque vos no me consideres una amiga, Ryan sí lo hace — dice encogiéndose de hombros. — Es mejor que aprendas a soportarme, sé que no te caigo bien pero técnicamente no te hice nada.

La miro extrañado. Me parece increíble que sea tan perceptiva y pueda leer a las personas tan rápido cuando apenas las conoce. Sé que no oculto demasiado bien mi molestia hacia ella, pero hasta ahora me las arreglé para no dejar salir a flote lo que siento por Ryan y, de todas formas, ella fue capaz de darse cuenta desde el primer momento.

— Solamente estoy diciendo que si en serio queres a Ryan y si no estás listo para perderlo para siempre, deberías ir a hablar con él. No creo que tenga sentido que dejen de verse por algo tan tonto.

— ¿Al final no voy a terminar perdiéndolo de todas formas? — digo como si no me importara aunque si lo hace. Sé que lo único que estoy tratando de hacer es no volverme demasiado cercano a Ryan porque tarde o temprano algo va a pasar y cuando lo pierda a él, también me voy a perder a mí.

Ashley no me dice nada más y se va, no sin antes volver a ponerse mi campera para cubrir su flamante pelo azul y su cara. Y yo regreso a mi posición en la cama e intento dormir un poco aunque sean apenas las siete y media de la tarde.

colors ➳ rydenWhere stories live. Discover now