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El timbre aún está sonando cuando Minhyuk entra en clase.
Por suerte el profesor aún no ha llegado, y por un momento, se permite un pensamiento positivo, que desaparece en cuanto nota lo que le pasa a su mesa.

>Eres un imbécil por pensar que por una brizna de buena suerte, tu día de mierda se mejoraría.<

Unos sollozos se empiezan a formar en el fondo de su garganta, pero Minhyuk no se puede permitir llorar.
Ya no por orgullo ni por dignidad.

Eso ya hace tiempo que lo olvidó.

Sino por propia supervivencia.

Su mesa está recubierta de pintadas y le falta la silla.
Con las manos temblorosas, agarra los bordes y trata de no mirar lo que sus compañeros han escrito.

De todas maneras se lo puede imaginar.

Minhyuk se siente solo.

Y dolido.

Sabe que solo es para herirlo, y que seguramente los que hayan cubierto su mesa de insultos sean unos tres o cuatro.

Pero la pasividad de los demás le destroza.

>Ellos también son débiles como tú. Se dejan pisotear por los fuertes y deciden no hacer nada aún cuando les gustaría.<

Minhyuk cierra los ojos y pide ir a por una silla al profesor, que recién acaba de entrar al aula.

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El pasillo está vacío para cuándo Minhyuk lo recorre en dirección al gimnasio, dónde se almacenan mesas y sillas.

Unas bocanadas de aire fresco que entran por una ventana le recuerdan que es primavera.

Por qué narices piensa tanto en la primavera?

>Nunca antes te había importado.<

De repente, una cabellera rosada se asoma desde las escaleras.

Rosa.

Rosa como los pétalos de cerezo que caen del cielo como si fueran lluvia.

>Eres un maricón, lo sabías?<

La cabellera rosa se aproxima a él, y Minhyuk no puede evitar mirar al chico de hay debajo de ella.

Es pequeño, más bajo que él, y de cara redondeada.

Sus ojos almendrados reflejan los suaves sabores del buen tiempo.

Y Minhyuk siente su corazón latir muy rápido.

No por su adorable pelo rosa.
Ni por sus muslos contorneados y adorables.

Ni siquiera por los ojitos almendrados y bizcos.

Sino por su cabeza, levantada y orgullosa.

Por su pose, demostrando la confianza que a Minhyuk tanto le falta.

Por su mirada desafiante, proclamando al mundo su llegada.

Minhyuk se ha enamorado, y el chico prosigue su paso hasta él y le saluda de la cabeza, con orgullo pero sin pretensión.

Los pétalos de los cerezos siguen cayendo en el patio y Minhyuk, por primera vez, siente la primavera en su corazón.

el tercer tipoWhere stories live. Discover now