Capítulo 4

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El revuelo causado por la llegada al Sodoma de Vicovic duró un buen rato, incluso después de que el futbolista se adentrara en el local. Poco a poco, los hombres que esperaban para entrar volvieron a ocupar su sitio en la cola, pero se encontraron con que se había detenido la entrada durante unos momentos. Un hombre rubio, con toda la pinta de ser un periodista, y acompañado de un fotógrafo, discutía con uno de los porteros, mientras el otro portero se encaraba con los hombres de la cola, haciéndoles saber que si querían entrar no les quedaba más remedio que esperar.

—Vico está en el Sodoma —dijo Noah, en un tono aún extasiado.

Samuel nunca había sido un gran futbolero, y no entendía la adoración que los aficionados al balompié sentían por sus grandes figuras, pero podía suponer que la salida del armario del tal Vicovic debía de haber subido su popularidad entre los aficionados gays, al igual que la habría bajado entre los más conservadores. En todo caso, Noah parecía conmocionado por la mera presencia de ese hombre allí.

—¿Te gusta mucho, eh? —le preguntó con una sonrisita.

—Joder, y a quien no. Con lo bueno que está... —murmuró su amigo a la vez que se ponía de puntillas para intentar ver lo que ocurría en la entrada del Sodoma. El periodista había entrado en el local al fin y parecía que las cosas estaban volviendo a su cauce. Quizás en breve permitieran la entrada de clientes otra vez.

—No me refería a eso, ya sé que está bueno. Digo que si te gusta como futbolista.

—Oh, sí —dijo Noah—, es uno de los mejores delanteros del mundo. La estrella de la albiceleste.

—¿De la qué?

Noah sonrió, como disculpándose.

—De la selección nacional de Argentina. Tiene una rapidez de reflejos bestial, y un olfato goleador que ya querrían para ellos todos los delanteros del mundo. Aunque si quieres que te diga la verdad, siempre he sido más seguidor de su novio que de él.

Samuel sabía que al tal Vico se le relacionaba sentimentalmente con un futbolista español, y que ambos habían confirmado tanto la relación como su homosexualidad, pero no recordaba su nombre.

—¿Quién es su novio?

La cola empezó a avanzar de nuevo, lentamente, y ellos se acercaron unos pocos pasos a la entrada.

—Dani Hernández. Un canterano de la Juve de toda la vida, que es mi equipo, por cierto. Ha sido internacional como unas... —dudó un momento—, más de cuarenta veces. Es un jugador excepcional, obstinado, confiado, disciplinado, muy entregado. Ha sido el capitán más joven de la Juve, y uno de los más jóvenes de España. Le admiro un montón desde que debutó en primera. Y ahora que sé que es gay... —Noah elevó repetidamente sus cejas, en un gesto que hizo reír a Samuel.

—¿Te lo tirarías?

—Claro que sí. Tiene un cuerpazo de infarto. Aunque ahora mismo, a quien tengo más a mano es a Vico.

—¿Vas a ir a por él? —preguntó Samuel con inocencia.

—¿Por qué no? Ese tío viene aquí teniendo pareja, pero aparece solo. Está pidiendo un polvo a gritos.

Samuel sintió un ramalazo de remordimientos al sentir el paralelismo entre la situación del famoso futbolista con la suya propia, y no por primera vez se preguntó si no estaría dando la impresión equivocada al estar allí.

—Eso mismo se podría decir de mí —musitó.

—Qué va, lo tuyo es diferente.

—¿Por qué?

Una noche en el SodomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora