Capítulo 19

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—¿Podemos hablar? 

Ginger podía sentir la tensión en la inmovilidad que se apoderaba del cuerpo de Sebastian. Lo conocía, y sabía que si bajaba la mirada, se encontraría con que estaba apretando los puños. 

—¿Hablar o pelear? —dijo en ese tono desconfiado que solo usaba cuando trataba de camuflar sus verdaderas emociones. Y esta vez trataba de ocultar lo herido que la presencia de Gregory Gellar lo hacía sentir, lo lastimado que estaba, lo infinitamente vulnerable que lo volvía. 

Sebastian ni siquiera era capaz de medir la extensión de su propio asombro al ver a su padre ahí. Al principio, ni siquiera lo había reconocido; su expresión lucía más suavizada, como si se hubiera tomado unas largas vacaciones y regresara relajado. Incluso parecía más joven que antes gracias a la sencillez con la que iba vestido; en vez de ataviarse con corbatas y chaquetas elegantes, sencillamente iba enfundado con una camisa polo y vaqueros oscuros. Hasta permitía que el viento le alborotara el cabello sin fijador. 

Jamás le pasó por la cabeza que se fuera a dignar a aparecer en el último momento. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? ¿Todo el partido? ¿Cinco minutos? ¿Por qué estaba ahí? 

Humillarlo. Quería humillarlo. ¿Era eso? 

Gregory soltó un suspiro y dejó caer los hombros. 

—Solo quiero hablar —le dirigió una mirada significativa a Ginger— ¿Podríamos ir a otro lugar?

—No. Lo que tengas que decirme puede oírlo Ginger. 

—Sebastian... —ella posó una mano en su brazo— No viene a discutir contigo. 

—¿Cómo lo sabes? 

—Míralo a los ojos. 

Sí, definitivamente había algo diferente. Ya no tenía ese perpetuo ceño en la frente que le daba aspecto malhumorado. En vez de eso, sus cejas se arqueaban en un ángulo que le hacía ver preocupado y en sus ojos brillaba la consternación. 

—Será mejor que los deje a solas —comenzó a apartarse, pero Sebastian la agarró de la mano, ella lo miró, sonrió y se zafó lentamente. 

«No me dejes solo». Le rogó con la mirada. 

—Hasta luego, señor Gellar —se despidió Ginger cuando pasó junto a él. 

Gregory solo alcanzó a hacer una inclinación de cabeza. 

Ahora que su escudo emocional se había ido y estaban los dos solos, ninguno fue capaz de hablar. Por supuesto que Sebastian no lo haría, no tenía nada que decirle a ese hombre así que se limitó a dejar vagar la mirada hacia otro lado, contando los segundos de un minuto para poder dar por terminado todo y marcharse. 

—Buen juego —dijo Gregory al fin. 

Sebastian se sobresaltó y lo miró. 

—Ah...gracias. 

Greg sonrió cuando sus miradas se encontraron. 

—Fue fantástica esa última anotación. 

—¿Viste el partido? —lo miró sorprendido. 

—No, yo... —se encogió de hombros— no pude llegar a tiempo y... solo te vi en el último minuto —comenzaba a balbucear—, lo siento. 

Sebastian soltó un resoplido desdeñoso.

—¿Lo sientes? ¿Por qué habrías de sentirlo? Creo que has dejado muy claro lo que piensas de mí. 

Gregory hizo una mueca, como si algo le doliera. 

Lo que todo gato quiereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora