Capítulo 30. El más grande tesoro

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"...Así el amor es mas intratable y más tirano para los corazones rebeldes que con aquellos que reconocen su imperio" - Las metamorfosis y el arte de amar (Ovidio)

Una suave música ambientaba la habitación del joven príncipe árabe; aquel que yacía tirado como moribundo en las gruesas alfombras con múltiples cojines decorativos. Bebiendo litros y litros de alcohol, mientras pedía una y otra canción triste al joven en el piano de cola; aquel que obedecía al príncipe aunque su garganta doliera.

Jay estaba sumido en una profunda depresión, sintiéndose una escoria y una miseria.

Cuando se peleo con Carlos, decidió irse a su tierra natal con el corazón roto a tratar de sanar esa herida hipotética en su pecho y buscar una manera para arreglar las cosas con Carlos. Fue demasiado lento y perdió al ser que le había mostrado sin querer lo que era en realidad amar.

Carlos Valentine De Vil ya no era suyo y quizás nunca lo había sido; Archie había sido más inteligente, quizás más vivaz y se lo arrebato. Carlos se iba a casar y cumpliría el tratado. Mientras que él se hundiría en una profunda tristeza hasta que la muerte se apiadara de su alma y se la llevara.

-¿Alguna petición?- pregunto el músico con la voz rasposa de tanto cantar.

Jay negó suavemente con la cabeza, mirando con melancolía el techo dorado de la enorme habitación -Solo sigue tocando- mascullo y aquel hombre volvio a tocar las teclas del enorme piano. Jay volvio a llevar esa botella de cristal a sus labios; llenándose con el sabor amargo de su contenido hasta que su garganta dolió.

Volvieron a resonar los suaves toquidos en la puerta principal de mármol que ya venia escuchando desde hacia días, era su querida madre tratando de sacarle de ese pozo de melancolía al que su corazón roto le había lanzado. Nuevamente Jasmine trataba de consolarle, de pedirle salir haciéndole vacías promesas de que todo mejoraría; él nuevamente se negó a abrir. La realidad era más cruda de como su madre la pintaba. Jasmine volvio a sentir dolor al ver a su pequeño sufriendo los estragos del amor, pero aunque quisiera ella no podría repararlos, por lo que solamente se alejo lentamente de la preciosa puerta hasta la sala de estar.

Jasmine comenzó a llorar ante el rechazo de su hijo y la abrumadora impotencia de no poder hacer algo al respecto; Jay solo la escuchaba a ella, y ahora ya no más. Su esposo solo le sostuvo en su llanto sin saber que hacer, pues Jay no tenia una buena relación con él desde que se entero que no era su padre. Aladdín acreditaba ese comportamiento hostil a una cuestión de orgullo.

Ambos rogaban por un milagro que sacara del mar de malas emociones a su hijo; por que ambos le amaban y querían lo mejor para él. Entonces un extraño y singular ruido resonó en las paredes del palacio, después de analizarlo un poco solo podía significar que se trataba del Genio.

El hombre de piel azul apareció de inmediato con un exagerado saludo y su carisma de siempre, no tardo en notar la preocupación y tristeza de los gobernantes y después de informarse sobre la situación... Prometió hablar con Jay y traerle algo de razón.

No fue nada sencillo; en cuanto cruzo más allá del umbral de la puerta de mármol, el joven príncipe se levanto y lanzo botellas vacías de licor en su dirección. A pesar de ello no se dejaría vencer tan fácil, y de inmediato le puso un alto con magia, atándole a una silla caoba de un enorme escritorio. Genie medito un par de segundos sobre que decirle a ese chico tan roto, aquel que apestaba tanto a alcohol como a desilusión.

The PrinceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora