VEINTIOCHO

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Hoy capítulo especial, espero que os guste <3

* * *


Liam

- ... Se casarán.- Terminó de hablar el alfa.

Cerré mis puños con fuerza.

Alfred cogió la mano del objeto de mis obsesiones y la arrastró hacia el frente de la manada.

- A partir de ahora, Bryana y yo estamos prometidos, y quiero declarar ahora, que mataré a todo el que se le acerque.- dijo con chulería mientras miraba a la gente de su manada con odio.

Ella, sin cambiar de expresión, empezó a repasar con la mirada a toda la manada, lentamente.

Entonces fue cuando nuestras miradas se cruzaron y sin poder evitarlo, mi corazón respondió a ella doliéndome fuertemente.

Cerré mis puños con aún más fuerza, enfadado por tener que controlarme y no poder lanzarme encima de ella y besarla ahí mismo.

Me giré y me adentré al bosque, incapaz de seguir observando como Alfred la cogía de la mano y nos iba refregando a los demás que se casaría con ella.

Empecé a correr sin aún transformarme en lobo.


Liam, quiero matar a Alfred.

No eres el único, Endric.- gruñí.


Me puse a correr aún más rápido, hasta que llegué a un claro muy bonito de dentro del bosque.

Me recosté contra un árbol con los ojos cerrados mientras intentaba tranquilizarme para no ir corriendo a buscar al alfa y a su hijo y arrancarles la cabeza.

- ¡Tú!- escuché que gritaba la voz de mi preciosa mate.

Abrí los ojos de golpe.

Estaba de pie frente a mí, con los ojos echando chispas y el ceño fruncido. Su pelo estaba hecho un lio tan impresionante, que parecía un nido de pájaros. Estaba preciosa.

- ¿Qué quieres?- Le pregunté intentando aparentar que su presencia no me afectaba en lo más mínimo, aunque no fuera así.

- Que controles a tus perras.- Respondió secamente, mientras me señalaba con su dedo.

La miré fijamente mientras intentaba descifrar el significado de sus palabras. No me gustaba que dijera insultos, independientemente de si tenía sus razones para hacerlo o no.

- ¿De qué estás hablando, loca?- Me forcé a decir esa última palabra. Me dolía hacerlo, pero era consciente de que era lo mejor. Ella no podía saber la verdad, aún no era el momento adecuado para ello.

Me miró fijamente con odio durante unos segundos.

- Hablo de lo que tu noviecita ha dejado en mi habitación. –dijo.- Hablo de esto.- Me lanzó algo a la cara.

Lo cogí al vuelo sin pensármelo ni un momento, gracias a mis desarrollados sentidos. Al tenerlo en mis manos me di cuenta de que era una almohada de esas para dormir. La almohada estaba llena de cortes que formaban una oración: él es mío.

Parpadeé un par de veces confundido. ¿Qué era eso?


Huelo a una loba que no es nuestra mate.

¿Qué? ¿Estás seguro?

Al cien por ciento.


Me acerqué a ella y la cogí del brazo, furioso.

- ¿Dónde te han dejado esto? ¿Es la primera vez que te dejan algo así?

Ella pareció asustada durante unos segundos, para a continuación, mirarme confundida.

- Ya te lo dije, mi habitación está hecha un asco, con sangre en las paredes y todo roto. Es la primera vez que lo hacen, pero no la primera vez que una de tus noviecitas se pasa de lista y me dice algo.- respondió con una voz más suave.

No podía esperarme ni un segundo. Tenía que ir a advertirles inmediatamente.

Le solté el brazo, y salí corriendo mientras me adentraba en el bosque.

Corrí hasta que mis piernas dolieron, y de repente, ya no era un hombre corriendo como un loco por el bosque, sino un gran lobo castaño.

Corrí durante lo que me parecieron minutos pero seguramente fueron horas hasta llegar a mi destino.

Vislumbré de lejos la entrada de la manada, grande y acogedora como siempre. En la entrada ya me esperaba el alfa, su beta y el hermano del alfa junto a su mate con una bolsa con ropa. Los cuatro estaban rodeados de guardias.

Terminé el recorrido hasta ellos andando a paso rápido.

Cuando me faltaban unos pocos metros para llegar a ellos, me volví a transformar en humano.

Me puse unos pantalones, y empecé a hablar sin detenerme a respirar, ni esperar a que estuviéramos dentro sentados con intimidad.

- La han amenazado.

- ¿Qué?- gritó el alfa.

Los otros tres se me quedaron mirando fijamente en silencio; el hermano con los puños cerrados, y los otros dos, al igual que los guardias, sin saber qué decir o qué hacer.

- ¿Quién ha sido?- Dijo el hermano.

- Una loba ha dejado su habitación destrozada y una amenaza clara y muy directa. Endric piensa que la culpable es Bianca.

- ¿La hija de Nikolay?- Exclamó el beta.

Asentí con mi cabeza sin dejar de mirar al alfa.

Entonces, bajo la mirada de todos ellos, cogí la almohada que momentos antes había tirado al suelo y se la tendí.

El alfa la cogió de entre mis manos a una velocidad sobrehumana y, después de observarla atentamente durante unos segundos, se la llevó a la nariz y la olfateó.

- Es ella, definitivamente.- Confirmó.

El aire, de repente, se sentía muy tenso.

- ¿Por qué razón?-exigió la chica.

- Porque está enamorada de Alfred.- Respondí sin mirarla siquiera. 



LA DECISIÓN DE UNA LOBADonde viven las historias. Descúbrelo ahora