Capítulo 9

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Rubén.

Sus labios eran suaves, y se movían de una forma que ¡Joder! Mis manos se encontraban en su cintura, y las manos de ellas sólo tocaban mis brazos, como si de alguna manera quisiera alejarse, pero a la vez, quisiera quedarse ahí, manteniendo el momento que estábamos viviendo. No sabía lo que estaba haciendo, es decir, ¿por qué la besé? ¿Por qué hacerlo cuando tenía claro todo el “desprecio” que sentía por ella? Había más mujeres en la fiesta, podía estar besándome con cualquiera… ¿Por qué precisamente tenía que ser Zoe? ¿Enserio, Rubén? ¿Quieres saber por qué la estás besando? ¡Porque te parece una mujer hermosa! Porque a pesar de su carácter que odias, de esa actitud tan rebelde, sabes que hay algo en ella que te llama la atención. Lo sabes, pero no podrás aceptarlo.

No puedo decir cuánto tiempo duramos en ese beso, pero fue lo suficiente como para quedarnos sin aire. Supongo que ella se dio cuenta de lo que estaba pasando, entonces se separó de mí, tenía la esperanza que después de ese momento, ella pusiera por fin una sonrisa en su rostro, pero una sonrisa sincera, no de esas falsas y arrogantes que me lanzaba. La miré, pero no fue así. No tenía ninguna sonrisa, su rostro estaba normal, sus ojos miraban a los míos, y como ya era costumbre, ellos tampoco revelaban lo que ella pensaba. Me enojaba eso de ella, que nunca podía adivinar lo que pensaba, lo que sentía, nada.

-–Yo… –-quería decir algo, el silencio me estaba matando, pero simplemente no sabía lo que era correcto decirle, podía decirle “Joder, besas genial. Primera virtud que encuentro en ti.” O bien podía decirle cuánto había odiado el sentir sus labios sobre los míos, pero sería una mentira, y simplemente no podía.

–-No sé por qué tuviste que hacer eso. -–dijo relajada. -–Pero al parecer no me odias tanto como quieres demostrar.

Si había una posibilidad de que yo la comenzara a tratar bien, de que pudiésemos llevar todo tranquilo, esas posibilidades se esfumaron al escuchar sus palabras y la forma en la que las pronunció. Ella no sintió nada, y no tiene ni un pensamiento positivo sobre lo que hicimos. Eso me enojo. Sí, quizás exagero, yo sabía que ella no sentía nada por mí, tan sólo desprecio, y el sentimiento era mutuo. Puse mis expectativas muy altas.

–-Relaja las tetas. –-dije sonriendo, elevando mi “ego”. -–Sólo lo hice porque quería… -–estaba buscando la palabra correcta --Probarte. –-dije por fin.

Eso sonó muy mal, Rubén.

–-Bueno, ya lo hiciste. -–dijo enojada, y tenía todo el derecho. -–ahora, por favor, déjame en paz.

–-Lo siento, fiera. -–dije rascando mi nuca –-. Es que aún hay algo que me debes.

Elevó una de sus cejas y puso un mechón de cabello detrás de su oreja.

-–Deja de llamarme así. Y no.

–-¿No qué? –-pregunté acercándome a ella.

Ella pasó saliva. Se estaba poniendo nerviosa.

–-Tranquila, fiera. –-reí ante su expresión. –-No tengo ninguna intención de besarte otra vez. Ya tuve suficiente.

Su expresión se endureció. Mi comentario no le agradó en nada.

–-¡Deja de llamarme así! –-alzó la voz. –-Yo no te debo nada.

–-Claro que sí. ¿O acaso me pediste perdón?

–-¡¿Perdón por qué?!

–-No lo sé, quizás por haber entrado a mí casa con dos imbéciles. –-sonreí. –-No puedes ser tan maleducada, Zoe.

Yo aún seguía acercándome a ella y ella retrocedía.

–-Al parecer no te enseñaron modales en tu casa. –-dije serio. -–Pobres de tus padres. Lidiar contigo, qué pesado.

–-Calla. Déjame en paz, ya vete.

-–No hasta que me digas lo que quiero escuchar.

-–Vete al diablo. -–dijo lentamente.

–-Uy, qué carácter, fiera. -–dije de la misma manera.

Al terminar esa frase, ella intentó golpear mi mejilla con la palma de su mano, por suerte (o quizás no) fui más rápido que ella y logré alejar su mano de mi mejilla. Comenzamos a forcejear, bueno, ella comenzó a hacerlo. Se movía mucho, y eso dio paso a que cayéramos a la piscina. Estábamos demasiado cerca de ésta, no nos dimos cuenta hasta que nos mojamos (eh, que eso suena a sexo, huehue) Mi mano aún sujetaba su muñeca, entonces, la miré su cabello estaba empapado, y le tapaba buena parte del rostro, por curiosidad, (sí, sólo por curiosidad) miré más abajo del rostro, llevaba una blusa de tela muy delgada, y su sostén se notaba bastante. Me voy a poner palote, joder.

De un momento a otro, llegaron muchas personas a la piscina, entre ellos, Hugo, el anfitrión de la fiesta. Al vernos se sorprendió, miró a nuestras manos: Mi mano sujetaba su muñeca.

Sonrió con picardía.

-– ¿Qué cojones? ¿Sois novios?

Zoe |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora