tres

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Rubén.

Sólo hay una pregunta rondando en mi mente: ¿Qué coño? No entiendo nada, estoy casi a punto de desmayarme, me duele la cabeza, creo que me mareo, joder... yo sólo pedí una noche tranquila, no meterme en una película de acción –con la protagonista atractiva incluida, de hecho–.

Había ido a una fiesta con Mangel, Cheeto, Alex y otras personas más. Estaba bastaaante aburrida, no había nada interesante, además, la música ni era buena. Decidí irme, eran las 11 de la noche, no tenía sueño, pensé que sería bueno hacer algún gameplay de Outlast o quizás Slender. Tomé un último trago de mi bebida y fui hacia donde estaban los chicos. Todos estaban algo tomados, y se veían realmente graciosos. Toqué el hombro de Mangel para llamar su atención. Él volteó enseguida con una ligera sonrisa.

—Mahe. —Dije sobre la música que sonaba. Él asintió, completamente borracho, he de decir, con sus ojos rojos y una sonrisilla en su rostro. —Me voy a casa.

— ¿Pero por qué, tío? Si la fiesta apenas comienza.

—Pues a mí no me lo parece. —Dije riendo un poco, porque, bueno, la fiesta era una mierda en su totalidad. —Ya está, mañana nos vemos. Bye.

Él volvió a asentir y siguió charlando con los demás. Me puse una sudadera y salí de ese lugar. Era otoño, así que se sentía el frío. Caminé aun pensando sobre qué haría, mi casa no estaba nada lejos, además, me gustaba caminar,  no sé, me ayudaba a pensar algunas cosas y a des-estresarme. Las calles se mantenías iluminadas por el poste de luz, que no daba tanta iluminación, pero era suficiente. No había mucha gente en la calle. Estaba todo muy tranquilo.

Cuando llegué al edificio donde se encontraba mi departamento, me di cuenta de que en la entrada se encontraban 2 tipos, verlos ahí no me dio buena espina. Entré y subí al elevador, iba tarareando una canción, cuando estuve frente a mi departamento, intenté sacar las llaves de mi sudadera, pero no estaban ahí. Una luz se filtraba por una parte de la puerta, fue entonces cuando me di cuenta de que la puerta estaba abierta. No suelo ponerle tanta seguridad, pues me parece innecesario, pero ya me di cuenta de que es más que necesario. La abrí más para entrar y visualicé todo, estaba igual que como lo dejé: Sucio y desarreglado. Cerré la puerta y lo primero que hice fue ir a mi habitación, quería saber si Raspy estaba bien. Caminé y abrí la puerta.

Ok, lo que vi no era algo que me esperaba: Una chica estaba observando mi figura de Link. Era de mediana estatura, su piel era blanca, y su cabello negro caía por debajo de sus hombros. Se percató de mi presencia y subió su vista a mí. Sus ojos eran azules, pero tenían algo que me llamo la atención: no se podían leer. Usualmente, cuando quieres saber si alguna persona está bien o mal, ves sus ojos y ahí ves cada sentimiento, pero con ella no era así. Sus ojos no tenían expresión alguna. Y eso me gustaba.

Estaba nerviosa, y confundida. Noté que tenía algunos tatuajes en sus muñecas y brazos. No me gustan mucho los tatuajes, pero a ella se le veían geniales. Volví a verla a los ojos y nos quedamos así por unos momentos. Ninguno de los dos tenía la intención de quitar la mirada, ni nada. Ella era tan hermosa. Lo primero que pensé fue que era una suscriptora, lo cual de alguna manera me perturbó, pero al parecer no era así.

Sí, sentí algo de decepción al ver que no era una criaturita, ni siquiera me conocía. Sólo porque Mangel me llamó “Rubiuh” si no, nunca hubiera sabido que tenía algún nombre. Los chicos que llegaron con ella terminaron yéndose, después de habernos pegado las hostias de nuestra vida. Tenía las manos entumidas, y me dolía la cara, si terminaba con moretones o algo, sería imposible hacer un video o algo.

Estábamos demasiado cerca, si hubiese sido otro momento, si ella no hubiera intentado robar mi casa, si ella no fuera lo que es, seguro le hubiera dado un beso ya. Y aunque tenía ganas de hacerlo, supe contenerme. Joder, Rubén, ¿enserio quieres besar a la culpable de que ahora te duela el rostro y las manos y el cuerpo y todo? ¡QUE NO, COÑO!

Me aparté de ella. Ella se levantó y vi que unas gotas de sangre se asomaban por encima de su pantalón rasgado. Ese pantalón le quedaba bien… QUE TE CALLES, RUBÉN. Raspy estaba acostada en mi cama, joder, ni siquiera se dio cuenta de que la pudieron haber raptado. O quizás ellos no querían ningún gato.

—Quédate aquí. —Le dije a la chica.

— ¿A-a dónde vas? —Preguntó con dificultad. Ah, ahora sí me hablaba bien, ¿no? Después de haberme insultado y a lo mejor haberme asesinado mentalmente. ¿De qué vas?

No le respondí y salí de ahí. Caminé unos pasos hasta llegar al baño, tomé un rollo de papel, y una botella pequeña de alcohol. Salí de ahí y me dirigí de nuevo a mi habitación, la chica estaba sentada en la orilla de mi cama mirando hacia el suelo. Quizás maldiciendo a todo ser viviente sobre la tierra.

—Toma. —llamé su atención entregándole el papel y el alcohol. —Raspy suele ser algo agresiva. Más cuando alguien que no conoce entra a casa a robar. —Ella puso sus ojos en blanco y no dijo nada.

Se puso a curar su herida. Mientras que yo veía mi rostro en el espejo. Jo-der. Tenía una marca enorme en mi ojo. Suspiré frustrado. Las cosas que pueden pasar en un solo día. Me senté al lado de la chica que ya había terminado de curarse. Claro, ella sólo tuvo que pelear con un gato.

— ¿Sabes cómo coño cubrir esto? —Pregunté señalando mi ojo. ¿Qué? Ella estaba ahí, y supongo que hacer un poco de conversación no estaría mal. Aunque, de nuevo, ¿por qué habría de conversar con ella? Yo ya no sabía nada.

—Ajá.

— ¡Pues dime!

—Ok. Si te digo me dejarás ir, ¿verdad?

— ¿Qué? –pregunté. —Acabas de irrumpir en mi hogar, coño. ¡Que eso no es nada ligero como para que te deje ir así sin más!

–—Pues lo siento, “Rubiuh” —dijo haciendo comillas en mi nombre —acostúmbrate a tu vida de hombre golpeado.

—Qué hija de puta. —susurré para mí mismo, pero si tenía cojones la tía. —Pude haber muerto, ¿te das cuenta? Todo por tu culpa.

—Oh, no. —dijo negando con su cabeza. —No es mi culpa que seas un debilucho.

—Ah... a la mierda.

Fui hacia la cocina y me preparé un café, porque necesitaba calmarme, todo era tan surrealista. Cuando estuvo listo me senté en el sofá. Sentí que alguien se sentaba a mi lado, al principio pensé que era Raspy, pero ella no tenía cuerpo de humano. Otra vez viene a joderme. Largo, largo, largo. ¡Que me duele la cabeza y lo que menos deseo es discutir con una tía tan irritante!

—Ten. —me tendió un maquillaje.

— ¡QUE NO SOY GAY, COÑO! —grité.

— ¿Qué? —y todavía se ríe. —No, tío, con esto —señaló el maquillaje —podrás cubrir el golpe que tienes en tu rostro.

—Aah. Ok, dime cómo poner esa cosa.

Abrió la cajita y sacó algo como una esponja, la llenó de maquillaje y la pasó por mi rostro, olía bastante bien. Volteé a verla y se veía muy concentrada.

—Listo. —sonrió fugazmente. Hablemos sobre la bipolaridad, porque ella seguramente la sufría. A un minuto me puteaba y luego me sonreía. ¿Cómo es eso posible?

— ¿Cómo te llamas? —Pregunté de repente.

Tardó varios segundos en contestar, como si estuviera pensando muy bien su respuesta. —Sofía. —dijo rápido, pero algo me dijo que ella estaba mintiendo.

Zoe |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora