Jamás sería una opción M

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•Alice•

Han pasado tres horas desde que salimos de la cafetería, mis nervios están en el cielo y Charlotte no para de llorar hace más de veinte minutos. Sumado a eso, la energía nerviosa de Miles se apodera de todo lo que la rodea, y la carretera parece que nunca va a terminar.

¡Maldita agonía!.

—Mi amor. Deja de llorar por favor, o yo también lo voy a hacer —Charlotte me miró haciendo pucheros, ya se había quedado afónica mi pobre niña.

Pasamos al lado de una señal un poco maltratada, que no alcance a leer, pero lo ojos de Miles se iluminaron.

—Ya estamos a diez minutos del hospital —dijo con alegría.

—¿Hospital? —preguntó Paulo a su lado.

—Se trata sobre Adrián. ¿No es así? —la miré por el retrovisor.

—Lo lamento. Pero necesita que estés cerca de él —asentí con levedad y me volví a concentra en mi hija, quién buscaba acurrucarse en mis brazos.

*

Mi cuerpo empezó a temblar de manera incontrolable cuando miré un camino de sangre desde el estacionamiento hasta la sala de urgencias.

—¿Alice? —mi interior tembló cuando mi padre me llamó desde una esquina de la sala de espera.

Lo miré con detenimiento. Su ropa estaba desalineada y sucia en algunas partes, sus manos estaban más que enrojecidas y en su rostro había residuos de sangre.

—¿Papá? —susurré antes de que corriera hasta mi y me rodeará en sus brazos.

—Mi niña, lo siento tanto... En vez de ir contigo, corrió hacia acá en cuanto Mike me llamó —sus manos temblorosas acariciaban mi cabello.

—No importa, papá. Pero explícame qué pasa... Miles está hecha un manojo de nervios y dijo que me explicaría cuando llegáramos, pero no la veo por ningún lado —traté de separarme un poco del abrazo de mi padre, pero no me soltó.

—Mi amor. Te lo voy a decir, porque mereces saberlo... Sin embargo, no quiero que te sientas mal; nada de esto es tu culpa. Los problemas existen y él sabía lo que hacía y tomó la decisión que el creyó más fácil —mi corazón se estrujó con fuerza...

—Papá —saboré con amargura las palabras—. No estás queriendo decir que... Adrián... Se... —las palabras no salían de mi boca.

Tal parecía que al mencionar las en voz alta me la creería y eso no era lo que yo quería.

Quizás no conocí perfectamente la vida y la manera sincera de ser de Adrián, pero lo que si tenía clarísimo, era que el suicidio, jamás sería una opción.

—Sí, mi niña —me apartó y me hizo sentarme en una de las fría bancas de metal—. Lo intentó...

—No. Él sería incapaz de hacer algo así... ¡Esa nunca seria una opción! —con rapidez me puse de pie y me alejé de mi padre, buscando el calor de Paulo y mi bebé.

—Alice... En este punto ya no sabemos de lo que es capaz. ¿A caso no te has puesto a pensar en que más te pudo haber mentido? —sentía mis piernas temblar y Paulo se acercó a mi lado para poner su mano en mi espalda.

—Sí que lo he pensado. Pero él no es así —las lágrimas brotaron solas como dos chorros de agua.

—Mi amor —mi padre se trató de acercar, pero yo retrocedi.

—No puedo creer que tan siquiera lo hubieras pensado... ¡A caso no recuerdas que lo criaste como otro más de tus hijos! —al parecer mis palabras le hicieron tanto daño que su mano izquierda aterrizó con violencia sobre la pared de azulejo amarillento.

Embarazada De Mi Mejor AmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora