Capítulo 10:III

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🍁🍁🍁 MAURO.


La observé descansar boca bajo tendida en nuestra cama. Sonreí. Por fin era mía.

Amelia por fin me pertenecía en todos los sentidos y eso me hacía el hombre más feliz sobre la tierra. En esa parte.

Me senté en una de las poltronas que estaban dispuestas en nuestra habitación que, según mi hermosa esposa, era de estilo mediterráneo y me perdí en ella.

Ella era perfecta. Una mujer hermosa, inteligente, valiente y amorosa. Una guerrera de la que estaba, completamente, enamorado y a quien admiraba.

Desde que la conocí, sentí una conexión hacia a ella que me hacía olvidar todo lo demás, todo el dolor que sentía en mi corazón por la pérdida de mi vástago.

Tenerla a ella en mi vida me dio esperanzas para mejorar y crecer como persona. Me devolvió las ganas de vivir que creí pérdidas después de la muerte de Kevin.

Ella me había dado tanto y ni siquiera lo sabía. Estaba en deuda con ella y me prometí hacerla felíz por el resto de sus días.

Cuidarla y atesorarla, sería mi principal asignación.

Yo adoraba a Amelia, mi madre estaba que no cabía en el pellejo de saber que la tenía como nuera y siempre la quería presumir con sus amigas.

Valdirene y Nina la admiraban y mi padre me decía que estaba muy orgulloso por mi elección de esposa.

Sonreí.

Mi madre estaba apurada con celebrar una boda más grande para nosotros y se había molestado conmigo cuando le dije que no, a menos que mi mujer así lo quisiera.

Amelia también se negó.

Me dijo que nuestra boda había sido perfecta así como estaba y que no había faltado nadie que ella quisiera invitar. Ni siquiera Ignacio, su amigo de la infancia había faltado.

La seguí mirando hasta que se acercó la hora en la que ella se despertaba para empezar a atender a los niños.

Ambos estaban aquí ya.

Andrea y Franco.

Suspiré al pensar en ellos.

Sobre todo en la niña. Era igual ir su padre. Malcriada, caprichosa y egocéntrica.

Le tenía afecto al igual que todo lo que viniera de Amelia, pero podía decir que, de sus dos hijos, prefería a Franco.

Franco era un bebé muy tranquilo y cascarrabias. Muy parecido a mí. Adoraba a ese bebé, aunque me robara la atención de Amelia, a veces.

Había logrado que entendiera y respetará quién era yo y mi lugar. Ahora nos llevábamos muy bien. Es más, le encantaba estar conmigo.

En las madrugadas, era yo quien le daba su mamila y quien lo ayudaba a dormir.

Hacer eso era como volver en el tiempo, cuando Kevin era un bebé y yo lo cuidaba. Abril nunca quiso amamantarlo y mucho menos se levantaba a cuidarlo.

Nunca lo protegí del verdadero peligro y no me lo voy a perdonar nunca.

Por eso me esmeraba en cuidar de Franco. Me sentía mejor cuidando de él, asegurándome de que no era lastimado y que estaría a salvo.

Sabía muy bien que él no era Kevin, pero lo quería ya como a un hijo.

Para mí era mi hijo y de Amelia, mi familia y como tal, la protegería.

Fui hasta la habitación de los niños y levanté a Andrea primero y luego a Franco. Ella sonrió al verme como siempre y se abrazó a mí. Le devolví el abrazo.

Ella podía ser todo lo malcriada y caprichosa que quiera, pero siempre sería hija de mi Amelia y, al igual que ella, era cariñosa.

—Buenos días, Drea- saludé con el diminutivo que, a ella, parecía gustarle.

—Buenos días Maupa- sonreí. Ella no sabía cómo llamarme y había hecho una combinación de Mauro y padrastro.

La dejé en el suelo y tomé en brazos a mi bebé.

Él se acurrucó en mi hombro y llevó su mano a su boca.

Salí con ellos de la habitación y los dirigí al comedor.

Los dejé a ambos en sus sillas para comer y una vez estuvieron seguros en ellas, me propuse preparar un buen desayuno.

Saber cocinar y hacerlo muy bien, eran una de mis habilidades. Seguro que de no haber estudiado Medicina, habría estudiado artes culinarias.

Claro, Amelia me ganaba con los postres.

Esa mujer no hacía nada mal.

Le preparé a André un poco de papilla de chocolate y la puse a su alcance para que comiera mientras le daba algo con más sustancia.

Hice huevos revueltos con queso, salchichas y tostadas francesas, hechas con pan integral. Como también crema de arroz con el mismo grano y una ensalada de frutas.

Amelia apareció, completamente arreglada y sonrió cuando vio todo dispuesto.

Su sonrisa fue como un bálsamo para mi corazón. Besó a los niños y luego, llegó hasta mí. Me besó suavemente y tomó asiento donde le indiqué.

—Buenos días- saludó y limpió la mejilla que Andrea acababa de ensuciarse.

—Buenos días, nena- me guiñó un ojo y se ruborizó. Se acomodó mejor en su asiento y no pude evitar sonreír.

Anoche no habíamos parado de hacer el amor hasta bien entrada la madrugada. Ella era insaciable y yo no podía dejar a mi mujer insatisfecha.

—¿Cómo amaneció mi pequeña?— Preguntó besando el cabello de Drea. La niña sonrió encantada con la atención y yo me encargué de servir el desayuno.

—Bien, mami- besó la mejilla de su madre y se concentró en desayunar.

Yo ya le había dado su mamila al niño, mientras esperaba por ella, así que él estaba cabeceando y arrugando el ceño, en su silla.

Quería atención por parte de Amelia.

—¡Ay! ¡Ay! Mi vida... no me he olvidado de ti- lo sacó de su silla y lo acomodó en su regazo. Hasta que Amelia no lo llenó de mimos, no cambió de semblante. Al igual que yo, y muchos más, él estaba embobado con ella.

Bufé con ese pensamiento, mentalmente y seguí conmiendo mi desayuno y ayudando a Drea con el suyo.

Le estaba enseñando a usar los cubiertos.

No lo iba a negar, era un hombre celoso y con mi mujer parecía y me sentía como un neandertal.

Que si sus compañeros de trabajo, André, los viejos verdes con los que se topaba en las veladas sociales a las que era invitada y por si fuera poco, los clientes de la firma de su abuela.

Amelia era preciosa. Con su piel chocolate y su uno setenta de altura y curvas en los lugares perfectos y en las proporciones adecuadas, era la tentación hecha mujer. Su cabello era otra cosa que me atraía de ella. Rizado y sin ningún químico en él. Todo en ella era natural, elegante y exquisito.

Un manjar.

Mí manjar.

Así empieza el MARATÓN. Nos leemos en la tarde. Gracias por el apoyo.
Perdonen los errores, la edición vendrá pronto. Saludos.



Serie Inocente #3: Inocencia Oculta. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora