Una amiga del alma

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Cuando desperté, me di cuenta de que Lee no estaba conmigo. Me espanté. ¿Dónde estaba? Justo cuando me proponía levantarme, escuché su voz.

- Gracias - reconoció atrás de mí. Me alivié al ver que estaba de pie, mirando al horizonte, de espaldas a mí -. Corriste un grave peligro, ¿sabes?

- Lo sé - admití -. Pero no podía dejarte aquí, ¿no? - Él no me respondió -. Será mejor que sigamos, si es que puedes caminar, claro.

- De acuerdo - aceptó.

Al moverse, hizo una mueca de dolor.

- Tal vez deberíamos descansar más - sugerí.

- No. Hay que llegar cuanto antes. ¡Estamos tan cerca!

Entonces cogió mi mano y me jaló corriendo hacía el palacio. Ignoraba el dolor, pero sabía que aún le dolía. No pude decirle que no. Me llevaba de una manera tan especial, que no quería que parase nunca. Quería que apretara mi mano por toda la eternidad. Cerré mis ojos para estar plenamente con él.

Pasó algún tiempo, entonces escuchó una campanas y poco a poco voces que gritaban en celebración. Al abrir los ojos, distinguí una enorme puerta abriéndose para nosotros.

Habíamos llegado al palacio.

Seguimos corriendo hasta llegar al centro de una pequeña multitud. En ese instante, Lee me soltó y enseguida la multitud me arrastró hasta las puertas del palacio. Al volver la vista atrás, vi a Lee bastante agitado, mirándome con alivio. Justo cuando las puertas del palacio se cerraban entre nosotros, alcancé a ver cómo se desplomaba. Lo llamé en vano, la puerta se cerró y me encontré sola.

Me desesperé. Lee estaba herido, no podía dejarlo solo...

Pero él no estaba solo.

Me di cuenta que había mucha gente ahí con él. Seguro estaría bien.

- ¿Princesa? - llamó alguien a mis espaldas.

Giré y vi a una mujer casi anciana mirándome sin poder creerlo.

- ¿Princesa Sakura? - se acercó con lágrimas en los ojos hasta abrazarme. No me opuse, daba la impresión de que ella no era mala.

- ¿Quién eres? - pregunté. Por un instante, me vio de igual forma que Lee cuando le hice la misma pregunta. Sin embargo, se recuperó más rápido que él.

- Soy tu acompañante - respondió gentilmente -. Mi nombre es Edda.

- ¿Mi acompañante? - me confundí.

- Algo así como tu consejera real - aclaró. Me reí entonces y ella hizo lo mismo.

El tiempo pasó volando y ella me contó varias de nuestras historias. Sentí conocerla realmente, era una buena persona. Me encantó haberla encontrado.

Más tarde, tocaron la puerta. Cuando Edda abrió, vi que era Lee. Estuve a punto de saltar para abrazarlo, pero Edda salió y cerró la puerta con delicadeza tras ella. ¿De qué estaban hablando? ¿Por qué no podían hacerlo frente a mí? Me levanté y procuré guardar silencio para escuchar algo.

- Debería avisarle eso, joven Lee - sugirió ella. - Además, ya es momento de que le diga que usted es...

- No, no puedo - interrumpió Lee con seriedad -. Podría hacerse daño intentado recordar, no quiero que lo haga... Adiós, Edda.

- Hasta luego, joven Lee.

Edda comenzó a abrir la puerta, así que me alejé de pronto y me senté en donde estaba. Ella ingresó todavía mirando a Lee, la noté preocupada.

- ¿Qué ocurre? - inquirí. Ella me observó, se acercó y me sonrió.

- Ya es hora de que se vaya a dormir, princesa.

Me llené de tristeza ante el hecho de que Lee no se había despedido de mí. No tenía suficiente confianza con Edda como para reclamarle que me ocultaba algo. La cabeza comenzó a dolerme, así que accedí y me fui a dormir. Esperaba ver a Lee al día siguiente. Entonces le exigiría que me explicase todo.

 Entonces le exigiría que me explicase todo

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