Una fría emboscada

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Pasaron varios días desde aquel incidente. Días en los que yo lo cuidaba a él, cuando él cuidaba de mí. Sentí que nuestra amistad crecía, aunque casi no hablábamos. Sin embargo, sentía que ya lo conocía antes, algo realmente obvio, considerando su ocupación. Con todo, a veces me convencía de que lo nuestro era algo más que amistad. Él seguía diciéndome que no intentara recordar, y dada su condición, optaba por no causarle más problemas. Estaba ansiosa por volver al palacio y ponernos a salvo. Esa esperanza me mantenía firme incluso en las noches más frías. Recuperaría mi vida.

Lee planeaba reunir a un ejército en mi nombre e ir a combatir a la bruja para recuperar el reino y mis recuerdos. Lo lograríamos, estaba segura de que así sería.

Una mañana, él me reveló que ya estábamos muy cerca del palacio. Que quizá para esa noche llegaríamos si nos esforzábamos. Creí que ya lo habíamos logrado, cuando una flecha pasó volando justo frente a mí y se clavó en un árbol a mi derecha. Lee rápidamente me agarró y me llevó tras una roca y me ordenó quedarme ahí. Sacó su espada y se lanzó al combate.

Me asomé un poco y observé cómo Lee era un excelente luchador. Era tan veloz y ágil, que en pocos minutos ya solo quedaban tres espadachines contrincantes cuando antes ni los había podido contar.

Lee acabó con el primero. Volteó para acabar con el segundo, pero justo cuando lo hacía, el tercer espadachín lo atravesó por completo en el estómago. Por un momento, tanto Lee como yo quedamos petrificados. Reaccioné y corrí hacia él mientras lo llamaba. Él también reaccionó y de un solo ataque acabó con el tercero. Cuando llegué hasta él, Lee se puso de rodillas. Comenzó a sangrar levemente de la boca. Tenía la cabeza gacha.

- Por favor, sácala - susurró.

Miré la espada que aún permanecía en su interior. Sujeté el mango y procuré ser delicada al extraerla. Estaba aterrada, no fue nada fácil sacarla. Él comenzó a gemir por el dolor, aunque vi que se contenía para no asustarme más. Al final conseguí sacarla. Él se tumbó en el piso, adolorido. Empecé a llorar, así como la lluvia cayó sobre nosotros.

- Vete - indicó con voz débil -. Debes irte, vendrán más.

- No - respondí con firmeza -. No voy a dejarte.

- Tienes que hacerlo - insistió -. Por favor, vete. El palacio está a unas horas de aquí, vete.

Lo miré y me negué. No era justo para él morir solo. No así. Pasó un rato y me di cuenta de que se había desmayado. Había perdido mucha sangre. No podía perder más tiempo.

Corté un pedazo de mi vestido y lo usé como vendaje. Me di cuenta de que alrededor había plantas curativas. Lee me había enseñado a usarlas. Hice todo lo posible para cuidarlo ese día. Lo mantuvo caliente y seco, para que no dejara de respirar. Me decidí, no iba a dejar que muriese esa noche. Por nada del mundo.

 Por nada del mundo

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Kingdom's ChroniclesWhere stories live. Discover now