Capítulo 30 -•- La curación

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        —Caroline... —La sangre sale otra vez, la puerta del baño se cierra fuertemente, tanto, que han salido unas grietas por toda la puerta.

          Escucho por el celular como Ivan abre una puerta, pasos, y abre otra, Dante suelta gruñidos y dicen algo que no escucho.

        —¿Caroline? —la voz de Dante... Por fin— ¡CAROLINE! —la tos para y puedo contestar.

         —Dante... No entiendo que pasa...

         —Voy para allá, llegó pronto. —La llamada se corta.

          Me siento mal de que siempre esté metido en esto, de que siempre sea él, el que está para mí y nunca me diga que no o se cansé, y si se cansa lo sabe ocultar muy bien.

          Mi cabeza duele, parece que me dan pequeñas descargas eléctricas. Me siento en el piso con la espalda recargada en el borde de la cama; el dolor encabeza se hace insoportable y lo peor es que mis ojos comienzan a pesar, lo cual no me gusta. Golpeo el piso con la palma de mi mano y un camino se forma con agua, el agua salió de mi mano, se extiende hasta que levanto la mano dejándolo antes de llegar a la pared. Al distraerme por ver el agua el dolor se había controlado, duele pero no como recién estaba.

         La puerta se abre dejando ver a un Dante con el cabello húmedo, sus ojos recorren la habitación, cuando me ve se acerca de inmediato.

        —Ya estoy aquí, —paso una mano por debajo de mis rodillas y otra por detrás de mi espalda pero al mismo de tocar parte de la zona afectada detuve su mano acompañándolo con un quejido por el ardor que provoca.
 
         —Espera...

         —¿Qué pasa? —me miró con temor, al no contestarle decidió decir—: Caroline, te estoy hablando, ¿qué pasa? —preguntó con lentitud.

          —Me duele horrible.

         —Dejame ver —tomo mi blusa para levantarla y ve pero no le dejé.

         —No...

         —Caroline... —habló con exigencia, quite mi mano de la suya para dejarle ver.

         —Es una herida, creí que había desaparecido y que no volvería a aparecer pero me equivoqué, creció mas; ayer estaba mal pero hoy, Dios, desperté así, apareció de nuevo.

          Levanto sus ojos de la herida, me miró con pánico, abrió la boca para decir algo pero parecía que las palabras no podían salir.

         —¿Te mordió un licántropo? —preguntó después de un rato de mirarnos.

        —Sí... ¿Tiene algo de malo?.

      Rascó su cuello con nerviosismo.

        —¡¿Por qué no lo habías dicho?! —parece estar más asustado que yo.

        —Ya te dije; creí que sanaría, pero no lo hizo, empeoró... ¿Es malo? —no contesto dejándome con la duda.

        Me levanto con cuidado del piso y me acostó en la cama.

         —Debiste decirlo en cuanto ocurrió —cambió de tema diciendo—: ¿Qué le ocurrió a tu habitación.

El bosque ll •Transformación•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora