Especial de Año Nuevo

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Pero algo parecía haber cambiado..., de un día para otro.

Suspirando profundo, subí las escaleras de cemento que había en la entrada de su casa y dejé el pastel en el piso para presionar el botón de llamada.

La puerta se abrió luego de veinte segundos. El causante estaba vestido con una camiseta negra y unos vaqueros grises. Su cabello estaba peinado hacia el lado, casi de forma perfecta, y unos diminutos rizos se formaban en la zona de su cuello. Sus ojos brillaban, cual esmeraldas, y su boca estaba entreabierta. Sus dientes eran blancos, como si nunca hubieran probado el azúcar.

Scotty.

—Celeste —murmuró; su rostro iluminado por el asombro—. ¿Qué haces aquí?

—Te traje un pastel —respondí, agachándome para recoger el plato—. Es para tu comida de noche vieja.

Él meneó la cabeza, cerrando unos centímetros la puerta.

—Tienes que irte.

—Sólo si aceptas mi regalo —propuse.

—No, vete ahora.

Entrecerré los ojos, molesta e indignada. Me negaba a creer que mi único amigo me detestaba.

—No me iré —repuse, y enseguida hice una pausa—. Me puse el vestido que te gusta. Mira, me queda un poco estrecho, pero igual funciona.

Scott se pasó la lengua por los dientes, cabreado.

—Necesito que te vayas. —Cerró los ojos—. No quiero verte.

Me puse una mano en la cintura. Con la otra, sostuve el pastel.

—¿Por qué no?

—Porque no eres normal, eres un fenómeno.

—Tú también eres extraño. Combinas tu pan de mermelada con las papas fritas —contesté—, pero aun así te amo. ¿Por qué no puedes hacer lo mismo?

Los ojos de Scott se agrandaron, y luego se achicaron otra vez.

—Yo no puedo amarte a ti, Te. Así que vete, y no vuelvas jamás. No eras nada más que un fenómeno. No eres nada para mí.

En ese instante, sentí que mi corazón se rompía en dos. Presentí que nunca podría volver a ser la misma. Intenté ocultarlo, fingir que no me importaba, pero de todos modos mis ojos se llenaron de lágrimas. Mi mandíbula se tensó, y en mi pecho se formó un nudo imposible de disolver.

Con una mano en mi cintura y la otra en el pastel, di un paso hacia atrás.

—¿Por qué me estás haciendo esto? —sollocé—. ¿Por qué?

—¡Vete! —gritó.

Desde el interior de la casa, otra voz se sumó a la discusión: su padre.

—Scott, ¿quién es?

—¡Es el Asplendor, padre! —vociferó Scott—. ¡No quiere irse!

—¡Maldito infeliz! —exclamó el padre de Scott, furioso—. ¡Te he dicho que no hables con esa escoria! ¡Ya verás lo que te pasará!

Unos pasos repercutieron en el interior, pero Scott me impidió averiguar más. Sin darme tiempo a decir algo, empujó el pastel que tenía en la mano y lo lanzó al piso. Luego, sin siquiera mirarme, cerró la puerta.

Y eso fue todo. Mi mente y mi alma dolieron igual de fuerte.

No sé cuánto tiempo permanecí allí, mirando el pastel destruido en el piso, ni cuántas lágrimas derramé antes de correr a refugiarme a otro lugar. Tampoco sé a dónde fui. Sólo sé que estaba oscuro, que había basura esparcida y que estaba rodeada de paredes grises.

Con los brazos alrededor de mis rodillas, sollocé mientras el recuerdo de las palabras de Scott consumía mi memoria. Tenía frío, hambre y miedo. Tres constantes que me estaban deshaciendo. La calle estaba vacía, y el camino que me guiaba hasta mi hogar se hacía cada vez más lejano. Una vez más en mi corta vida, deseé haber escuchado a mi madre.

Si sólo me hubiese quedado dentro de casa, no estaría tirada en medio de un asfalto húmedo y desconocido, llorando desconsolada.

No obstante, luego, tampoco habría visto aquella luz.

Me encontraba enrollada, tanteando mi cabello siempre sucio, cuando oí el pequeño chisporroteo proveniente de la entrada del callejón. Al principio, no le tomé importancia. Pensé que era parte de mi imaginación, u otro de los ruidos que llegaban desde la calle. Sin embargo, cuando se hizo constante, me vi obligada a alzar la cabeza y mirar más allá.

Entonces fue ahí cuando la vi..., la luz purpura danzando frente a mi rostro. Hermosa, brillante, perfecta. Única. Era como una lengua hecha de energía celestial. Se meneaba de un lado a otro, cual látigo confeccionado a partir de suavidad. Vivo, frágil y manejable. La luz se dobló sobre sí misma y tomó la forma de una enorme mariposa violeta.

Tragando saliva y poniéndome de pie, corrí detrás de ella. Pero la mariposa escapó de mi alcance, subió y me rodeó, aleteando alrededor de mi cuerpo. Con una sonrisa, olvidando el dolor que apresaba mi pecho, corrí en su búsqueda, estirando los brazos con anhelo.

La mariposa continuó moviendo sus alas, pasando del purpura al negro con sutiles parpadeos, y yo reí mientras ambas iniciamos un baile de persecución. Era como una danza somnífera y sanadora, de la que ambas éramos participes.

Ella revoloteaba con libertad, sin imaginar que nunca podría borrarla de mi cabeza. Y yo corría con seguridad, sin imaginar que la misma persona que acababa de romper todas las ventanas de la casa de Scott, estaba allí, agachado en el techo del edificio, manejando la luz que tanto me había enamorado.

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Espero que les haya gustado el especial. Es corto, pero está hecho con mucho amor, para que comencemos con muchas sonrisas este nuevo año. ¡Los adoro! Gracias por tanto. Nunca terminaré de agradecer toda la compañía que me han dado durante este tiempo. Espero que este nuevo año todas sus metas se cumplan, y que no sea sólo otro año más en nuestro calendario. Depende de nosotros convertirlo en algo especial. Nunca dejen de luchar, y nunca dejen de intentar. No es sólo otro año, es una oportunidad. ¡Los amodoro!


¡Feliz 2018!

Celeste [#2]Where stories live. Discover now