Owen necesitaba más..., tranquilidad. Y yo no podía dársela.

Ni siquiera podía darme tranquilidad a mí misma. Desde la batalla en Ars, tanto el día como la noche se habían transformado en una constante guerra contra la oscuridad. Era una lucha por la sobrevivencia, donde los monstruos iban y venían por los caminos incorporeos de mi mente, desgarrando mi cordura y devorando mis pies. Estaba ahogándome, perdida en aquel mar de sangre y dolor, arrastrando a todos conmigo. Arrastrando a Owen conmigo.

Cerrando los ojos, subí mis manos por su cabello. Había una sensación dolorosa en la base de mi estómago, torturándome por dentro. El ladrido que dio el perro que estaba junto a nosotros no ayudó demasiado. Tironeó de su correa, acercándose con furia, y yo aparté a Owen para alejarlo de aquella mandíbula mortal.

De frente al animal, me crucé de brazos.

—Yo tampoco estoy de acuerdo con que te tengan amarrado —hablé—. Te soltaría, de verdad lo haría, pero no puedo arriesgarme a que te ocurra algo malo. Debes esperar.

El perro gruñó.

—La simpatía no es lo tuyo —comenté.

—No insistas, no va a entenderte —habló una voz, alguien que no era Owen, haciéndome dar un respingo—. No habla español, niña.

«Niña».

Las cuencas de mis ojos se ampliaron. Apretando los labios, me volteé para mirar al hombre que acababa de aparecer junto a nosotros: Janos Battle.

Estaba de pie detrás de Owen, con las manos dentro de los bolsillos de sus pantalones y la familiar capa de los guardianes puesta. Sus labios sonreían, y sus ojos también. ¿En qué momento había llegado? ¿Cuánto había escuchado? Era normal que Janos visitara ese departamento, de ahí venía, pero de todos modos me asaltó un mal presentimiento.

Llevándome las manos a los bolsillos, di un paso atrás.

—¿Qué haces aquí? —interrogué, tratando de parecer despreocupada—. ¿Nos estás siguiendo?

—Vine a buscar a mi perro —contestó Janos, acercándose al animal que nos ladraba desde atrás. Se agachó junto a el y le metió las manos bajo el collar—. Y también esto.

Owen me tironeó del brazo, pero lo ignoré. No podía apartar los ojos de Janos. Era como si una energía oscura me atrayera hacia él. Éste se enderezó, con un pequeño artefacto entre los dedos, y se volteó hacia nosotros. Sus iris tenían un brillo triunfal que me trituró los sesos.

—Te lo dije, niña —habló—. Ni siquiera podrías ir al baño sin que yo lo supiera. ¿Pensaste que no me enteraría de que estarían aquí?

Mi semblante se fracturó.

—¿De qué estás hablando?

—Lo supe en cuanto los oí —continuó—. Elegirían este costado, y este árbol. Yo también lo habría elegido, la vista es grandiosa. —Alzó la mano, enseñándonos la pequeña tarjeta negra con orgullo—. Por eso dejé el micrófono aquí, con Lucky. Para escuchar toda su conversación.

Mis manos comenzaron a temblar, así que las cerré en un puño. No podía creer lo que estaba oyendo. Janos no sólo había escuchado esta conversación, sino también alguna de las anteriores, por eso había deducido que nos encontraríamos allí, en el costado del edificio.

Pensé en los glimmer, y en todas las veces que nos habíamos detenido a hablar de ellos con Owen. Si el gobierno se enteraba que yo sospechaba ser parte de aquellos seres, y resultaba ser cierto, las cosas se iban a complicar mucho. Toda la libertad que tenía hasta el momento era porque Dave confiaba en su engaño, y también en mi ingenuidad. Si Janos les decía que estaba tratando de robar información, el «buen» trato se acabaría para siempre.

Celeste [#2]Where stories live. Discover now