Capítulo 1: El Refugio Winelmann

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El micro marchaba ya a las afueras de San Carlos de Bariloche, hermosa ciudad de los Andes argentinos junto al lago Nahuel Huapi.

Poco a poco desaparecían la zona urbana, con toda la infraestructura turística, los negocios y paseos, los clásicos chalets tipo suizo, para dejar paso al paisaje patagónico—andino; allá los elevados picos coronados de nieve y más acá la abundante vegetación de las laderas, los bosques de hayas y pinos.

El zumbido monótono del motor parecía adormecer a los pasajeros, que bien envueltos en mantas y tapados guardaban el mayor silencio mientras los ojos se cerraban perezosamente.

Julieta Spendi se acurrucó más en su asiento y tragó saliva repetidas veces intentando ahogar el nudo de llanto que le cerraba la garganta. Miró furtivamente a su compañera de asiento que parecía dormir, y luego volvió a cerrar los ojos en los que ya ardían las lágrimas.

Pero no... No debía llorar... Ya no era una niña, tenía dieciséis años... ¡Sería una vergüenza hacerlo!

Además, hacía solo dos días que se había separado de su familia. Solo dos días... pero... Juli carraspeó y comenzó a buscar en los bolsillos de su campera hasta que encontró una caja de chicle, se puso unos en la boca y volvió a envolverse bien en su manta.

Trató de distraerse mirando una vez más sus botas de cuero que asomaban bajo su abrigo. ¡Qué lindas eran! Nunca había tenido un par así... ¡cuánta ropa lindas tenía! ¡Cuántas prendas nuevas! Cuántas cosas habían sido para ella desde aquel día; hacía un mes, cuando el doctor Enrique Ferrer, médico de cabecera de la familia, habló detenidamente con sus padres y con ella.

Julieta recordaba todo perfectamente.

El doctor, la había atendido siempre y ella le tenía gran confianza. Las palabras que él pronunciara aquel día volvían con claridad a su mente: "Vengo tratando a Julieta desde que nació. Siempre ha sido una chica sana y fuerte hasta que comenzó a dar el estirón de la adolescencia. Sin embargo, es este último tiempo, ha bajado mucho de peso, y sumado a su debilidad física tenemos este 'atracón' de estudios, que terminó en lo que debía terminar: una anemia grave y al borde de un pico de stress, algo inusual en alguien de su edad. Así que tenemos a la joven física y mentalmente agotada...

Juli podía recordar los asustados y grandes ojos de su mamá mientras escuchaba el diagnóstico del doctor.

—Con inyecciones y pastillitas poco conseguiremos—continuó diciendo— y ha llegado la hora de hacer algo... ¡De hacer lo necesario para reponerla! Julieta debe cambiar completamente de ambiente, por lo menos por un mes. Es absolutamente necesario que no toque un solo libro de estudios y que se distraiga en tareas que no exijan esfuerzo mental. Necesita mucha distracción, paseos, deportes, etc.

Luego habló exponiendo su plan, diciendo finalmente:

—Debemos hacer cuanto esté a nuestro alcance para mandar a Juli al Sur. Sería un cambio completo. Allí podrá distraerse ampliamente con el cambio de paisaje y me gustaría que aprendiera un poco de esquí. Es un buen ejercicio y excelente distracción. Sí, sí, realmente tenemos la oportunidad, como antes les expliqué y sería una pena dejarla pasar... ¿no?

El doctor Enrique tenía razón.

La oportunidad se presentaba como pocas. La señorita Érica Lestka, profesora de gimnasia de Julieta y enfermera del doctor, había seguido y planeado junto con él todo lo referente a la niña.

Érica había estado muchas veces en el Sur, practicando los deportes de invierno. Tenía alojamiento y pensión gratis en el refugio—hotel del Sr. Herman Winelmann, viejo amigo de sus padres, de modo que con esa influencia logró fácilmente que el Sr. Winelmann acordara de buen agrado dar alojamiento gratuito a Julieta.

Luz que no se apagaWhere stories live. Discover now