¿Puede un verano cambiar tu destino?
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Esta historia no nos pertenece, solo la traducimos con el permiso de su autora, @gabrielanovoa. Todos los derechos van a su persona.
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Con el pasar de los días, Justin y yo nos hemos estado acercando. Mi madre piensa que estamos saliendo, Lexi opina que Justin está loco por mí y yo... no tengo idea de qué pensar. Siento como si lo he conocido toda mi vida, incluso aunque solo han sido unos pocos días. Cinco días, para ser exacta. Ni siquiera una semana entera.
Él me hace sonreír, me hace reír, se la pasa bromeando, es compasivo, protector, honesto, amable. Pero, todo lo que siento cuando estoy con él, ¿se llama amor? Me agrada, por su puesto que me agrada, pero ¿me gusta como amigo o...?
No, no puedo sentirme así. Bueno, no debería, es decir, no debería dejar que más amor y felicidad entrase a mi vida. No cuando la vida está llena de desafíos y obstáculos.
Sentada en mi cama, me miro en el espejo y suspiro.
—¿Leah? —Mi mamá toca la puerta y la abre después.
—¿Sí?
—Justin está aquí. —Ella informa. Yo asiento y ella entra al cuarto—. ¿Estás bien?
¿Lo estoy?
—Sí. —La tranquilizo y sonrío.
—Sabes que puedes decirme cualquier cosa, ¿verdad? Estoy aquí para ti. —Ella dice en cuanto nos levantamos de la cama.
Caminamos hacia la puerta principal donde estaba Jusin con unos pantalones cortos de mezclilla y una camiseta verde claro. Tenía una gorra negra puesta, su joyería de siempre y unos zapatos deportivos que complementaban su aspecto casual.
—Hola, ángel. —Me abraza y besa mi mejilla.
—Hola. —Le correspondo el abrazo.
—Diviértanse, chicos —nos dice mi mamá antes de que saliéramos por la puerta.
Sostengo el bíceps de Justin para evitar que siguiera caminando.
—Espera —le digo.
Regreso donde mi madre y la envuelvo en un abrazo.
—Sabes que te quiero, ¿verdad? —le digo.
—Yo también te quiero, cariño —dice y después se aleja.
Le sonrío y vuelvo con Justin, quien me está esperando con una linda sonrisa en el rostro.
...
Nos sentamos en un banco afuera de la Heladería y Pastelería de Jerry y me quito mis lentes oscuros, pues el sol no molesta tanto. Tomo una cucharada de mi helado Rocky Road y miro a Justin, quien tiene lentes de sol negros mientras come de su helado de algodón de azúcar.
—¿Quieres un poco? —ofrece Justin. Miro al helado y sacudo la cabeza.
—No, paso.
—Sabe mejor de lo que luce —dice él.
—¿Seguro? Porque se ve iugh. —Me río.
—Sí, es mejor que iugh. —Justin me imita, haciéndome reír—. Confía en mí, ángel.
