16 Un demonio vestido de encaje

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UN DEMONIO VESTIDO DE ENCAJE

Al otro lado del bar está el hombre que debo seducir esta noche, pero no anda solo, una mujer y un hombre de su misma edad lo acompañan. Se ríen y comparten ajenos a lo que sucederá, sin una sola idea de cómo acabará la noche.

Traigo un vestido rojo vino, sencillo, que se amolda a mi cuerpo como una segunda piel, escote en V ligeramente pronunciado, a medio muslo y detalles en negro, mis botines negro y rojo de seis centímetros me dan un aspecto de mujer segura, seductora. Me siento sexy, sin necesidad de maquillaje o prendas extravagantes.

La música del lugar es buena, de hecho, colocan una acorde al balanceo de mis caderas mientras me dirijo a la barra, a propósito y aprovechando que el bar está lleno, me hago espacio entre los tres para hacer mi pedido en la barra. Cae un silencio entre ellos, la mujer se irrita cuando atraigo la atención de sus acompañantes, uno de ellos me devora con la vista, el otro solo me da una breve mirada de reojo, pasa de mí.

Frunzo el ceño brevemente, necesito llamar su atención sin parecer necesitada, esto no funciona.

El barman se acerca y sonriendo me atiende.

—¿Qué desea la dama?

—Una copa de Moët & Chandon, por favor.

Él hace una mueca, joder, que lo tenga, es lo único que puedo tomar, el alcohol me sienta muy mal y no puedo arriesgarme.

—Ese lo tenemos si es la botella completa.

¡Maldición! No puedo pagar una botella, si acaso tengo para irme a casa y una copita o dos.

—Que sea un Martini entonces, no voy a estar mucho rato —me excuso, detrás de mí alguien carraspea pero me abstengo de mirar, siento que alguien se coloca muy cerca de mí, su perfume es delicioso.

—Traiga la botella, la dama puede compartir con nosotros, ¿acepta? —La invitación no viene de la persona que tengo al lado y me niego a mirar, sino del hombre que me comía con los ojos.

Asiento con una sonrisa tímida, al menos espero que eso parezca.

—Gracias... —murmuro y espero que se presente.

—Jonas, un placer.

—Aleccia, encantada.

—Ellos son mis socios, Emalene y Ulrik.

Sonrío a ambos, ella sonríe falsa y él solo me mira frío, ninguna emoción.

Esto será más difícil de lo que pensé.

El barman trae la botella y sirve cuatro copas, tomo la mía y no disfruto el sabor, la termino rápido, tengo que pensar qué hacer y cierta presencia intimidante me lo impide. Tiene que ser el perfume, es embriagante. O el aura que desprende poder.

Me disculpo y me preparo para hacer mi salida, a propósito me rozo con él, incluso tropiezo levemente, su fuerte brazo me sujeta.

—Lo siento, creo que tomé la copa muy rápido —menciono bajito y evitando mirarlo a la cara, cierro los ojos y frunzo el ceño, me tambaleo un poco, algo apenas perceptible.

—¿Mareada?

Hago una mueca para añadir realismo y asiento.

—Creo que mejor me marcho —comento y trato de soltarme de su brazo.

—La acompaño a la salida.

¡Bingo!

—No es necesario, creo que... —De nuevo cierro los ojos, sonrío forzada—. Estaré bien, pero gracias de todos modos —digo e intento soltarme nuevamente y, tal como espero, él no me suelta, sonrío para mis adentros.

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