10 El hombre de mi vida

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EL HOMBRE DE MI VIDA

M/M

Advertencia: este relato contiene contenido homosexual.

Me estiré sobre la cama sin abrir los ojos todavía y sin querer golpeé al cuerpo a mi lado despertándolo.

—Cariño, ten más cuidado o la próxima vez me dejarás sin ojo —dijo frotando su cara y más concienzudamente en la esquina de su ojo donde lo lastimé.

—Lo siento, ¿un café para compensarlo? —Asintió sin mirarme y todo gruñón bajó de la cama y se metió al cuarto de baño. Me reí antes de seguirlo y lavar mis dientes a su lado, lo observé de reojo y admiré su cuerpo. Es delgado pero su frente es exquisitamente decorado con seis abdominales, sus brazos llenos sin exceso y un culo de envidia.

Se duchó en silencio y me apresuré a preparar ese café o no habría buenos días para mí. Cuando estuvo listo fui al cuarto de servicio y allí me bañé deprisa. Al terminar me encontré con él en la cocina ya sorbiendo su café, al igual que yo llevaba una toalla atada a la cadera. Esperé pacientemente a que terminara, me senté a su lado chocando nuestros hombros.

Él necesitaba una dosis de cafeína para funcionar temprano y yo necesitaba un buen jodido sexo mañanero para llevar el día. Acabó el estúpido café y se puso de pie, me observó con detenimiento antes de sujetar mi cara con ambas manos e inclinarse para darme un pico sonoro.

—No sé qué haría sin ti, en serio.

—Lo dices solo por el café.

—Un maldito café bien hecho —aseguró como si en realidad fuera algo importante, luego regresó a mis labios. Despacio acarició la comisura de mi boca para luego colar su lengua que tan bienvenida era. Dentro, exploró cada rincón de mi cavidad con ternura y sin prisa. Lo dejé hacer mientras me ponía de pie también y a pasos lentos nos acercábamos al dormitorio.

Una vez dentro observé por instinto el reloj en la mesita de noche, maldije para mis adentros porque no teníamos mucho tiempo si quería llegar puntual a mi reunión. Decidí apresurar un poco las cosas. Nos di la vuelta y empujé su cuerpo sobre la cama, rebotó y me miró con los ojos llenos de lujuria. Lancé las toallas lejos de nosotros y adherí mi cuerpo al suyo, sus músculos ondearon debajo de los míos y mi erección rozó la suya.

Siseé e incliné la cabeza para tener acceso a su cuello, dejé besos de mariposa por ahí y fui poco a poco descendiendo. Me detuve en sus pezones ya que estos eran muy sensibles, además estaban perforados y crearon cierta afición en mí desde la primera vez. Lamí la aureola de su pezón derecho y al izquierdo lo pellizqué, gimió y sus manos recorrieron mis brazos.

Yo era más grande que él, en todo el puto sentido. No es que tuviera queja de su pene, sabía usarlo malditamente bien y me estiraba lo suficiente. Joder, con mis pensamientos volando por ahí no aguantaría mucho. Bajé un poco más, hasta su pelvis, y me maravillé con la vista.

Su polla me saludaba con una gotita de líquido preseminal en la punta, lamí mis labios y le obsequié una mirada antes de introducirlo hasta la mitad en mi boca, lo saqué despacio y con saliva logré que fuera más fácil subir y bajar, evité rozar el tronco con los dientes y apreté los labios, usé una mano para acariciar sus bolas y la otra para sujetar bien la base de su pene. Cuando susurraba mi nombre como si rogara por alivio lo torturaba ralentizando el ritmo.

Me gusta ver cómo se deshace por mí. ¿Ese de ahí? Es el hombre de mi vida. Y se lo demuestro cada vez que puedo y, sí, eso incluye preparar un estúpido café antes de tener sexo.

—Amor, me voy a correr —habló con el tono enronquecido provocado por el intenso placer que sentía al recibir una mamada de mi parte, ¿qué puedo decir? Tengo mis trucos.

Vertió su semen al fondo de mi garganta y tragué, ya acostumbrado a la fuerza con la que disparaba. Seguí chupando mientras temblaba, sus ojos rodaron hacia atrás y me pidió que parara.

—¿Todo bien? —Asintió, tirando de mí hacia arriba y me besó. Cuando estuvo calmado nos giró para que estuviera sobre mí y me hizo dar la vuelta. ¡Joder sí! Escuché el abrir y cerrar de un cajón y más tarde colocó en mi apertura el lubricante.

Primero tanteó la entrada con sus dedos, presionó con el pulgar hacia adentro y contuve un jadeo. Luego dos de sus dedos se hacían camino por mi recto. Dentro y fuera, sus dedos me follaban despacio hasta que estuve lo suficientemente dilatado para albergar su polla. Hizo presión con la punta, colocándose cómodamente de rodillas detrás de mí, tuve mi culo al aire y le di la bienvenida a la intromisión.

Muy despacio su pene fue entrando en mí, me estiraba y quemaba ligeramente, pasaría y luego disfrutaría más, lo sabía pero aun así tuve que morder mi lengua para no quejarme. Si bien no era largo como yo, lo recompensaba con el grosor.

—Ya está, ¿listo? —Aprobé y comenzó a moverse.

Estocada tras estocada, iba y venía, el sonido de carne contra carne llenó la habitación. Sus gemidos junto a mis jadeos podrían ser grabados y cualquiera que escuchara nuestra sinfonía de lujuria estaría excitado.

Penetró mi ser incansablemente, usó una mano para sujetarme por la cadera y la otra para juguetear con mi polla. Me aprisionó en un puño de acero y sacudió mi pene hasta que supliqué por correrme. Detrás de mí las embestidas aumentaban el ritmo, frenéticamente entraba y salía, su agarre en mi polla se apretó y no pude contenerme más. Me corrí fuerte ensuciando la sábana debajo de mí. Él se estremeció y sacó su miembro de mi culo para venirse por toda mi espalda. Caí en el colchón y minutos después un paño húmedo limpió la evidencia de nuestras demostraciones pecaminosas de amor.

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