13 La mucama es la chica

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LA MUCAMA ES LA CHICA

Apresurado y con un humor de perros me adentro a la suite del Pleassure, que es mi hogar permanente, y cierro dando un portazo. Lo primero que hago es ir al mini bar y servirme tres dedos de whisky, cuando eso no logra calmarme decido darme una ducha pero antes llamo al servicio de habitaciones.

—Sube una botella de Patrón, limón y sal. Algo de queso y dulces. Que sea rápido... Y envía alguien a limpiar —gruño esto último.

Obviamente a quien le tocaba la limpieza decidió no hacerlo. El dormitorio está tal y como lo dejé esta mañana. Me desnudo de camino al baño lanzando las prendas a cualquier lugar, me pongo bajo el chorro de agua templada y me enjabono. Maldigo cuando veo los frascos de champú vacíos y tengo que usar el gel de baño para lavar mi pelo.

Maldigo nuevamente cuando al salir de la ducha, no encuentro toallas limpias.

¿¡Qué cojones pasa con el personal!?

Enojado, salgo del baño empapado y una vez en la habitación, rebusco entre los cajones por ropa interior. Justo cuando alcanzo un trozo de tela negra se escucha el ruido de algo quebrarse por caer al suelo. Me giro lentamente y clavo mis ojos en la chica que me observa como un ciervo a punto de ser atropellado.

Un vistazo al suelo me hace enfurecer, ha dejado caer una pieza japonesa valorada en cientos de miles de dólares.

—Tendrás que pagar eso. —Sueno pesado. Me tomo el tiempo para mirarla bien, de abajo hacia arriba. Sus pies cubiertos con zapatos planos y negros. Piernas torneadas vestidas con medias blancas que desaparecen bajo la falda del uniforme azul cielo. El diseño fue creado para no llamar la atención y parecer aburrido pero, siendo ella quien lo lleva, estoy en desacuerdo.

Es exquisita, toda ella es una pieza creada para seducir. Trago saliva cuando por fin aparto la vista de sus pechos y doy con su rostro. De inmediato una sonrisa ilumina mi cara. No puedo creer mi maldita suerte, joder. La mucama es la chica del ascensor.

Cuando la vi la semana pasada no pude evitar desearla. Luego de dejarle mi tarjeta esperé su llamada pero nunca llegó y dada su expresión alarmada, no pensaba hacerlo. Al menos que luzca así por lo que acaba de hacer, ni el sueldo de un año le alcanzaría para pagar un cuarto de lo que cuesta la pieza... O, tomando en cuenta el sonrojo que empieza a notarse en su bonito rostro, está así por mi estado de desnudez.

—Yo... Lo siento. —Se disculpa, agachándose para recoger torpemente los trozos esparcidos en el suelo—. Maldita sea, joder —masculla cuando roza un pedazo afilado y se lleva dos dedos a la boca.

Mi polla cobra vida cuando la veo succionar sus dedos, luego reacciono y me acerco a ella. Me mira aún asustada y despacio observo los dedos que saca de su boca. Se ha hecho dos cortes, uno en cada dedo.

—Ven. —Tomo su mano y tiro de ella hacia mí. Evita mirarme y me río internamente porque, después de lo que hicimos el otro día, no debería actuar tan pudorosa.

La arrastro al baño, el suelo está mojado de cuando salí pero no hacemos caso de eso. La siento sobre la tapa del váter y luego de buscar un botiquín me arrodillo ante ella.

Hago todo muy deprisa, vendo sus dedos y al terminar me quedo prendado de sus labios. Es como si me llamaran, tiemblan ligeramente y sus ojos brillan como si en cualquier momento fuera a llorar.

—Hey, no pasa nada. Estaba bromeando sobre pagar el jarrón. —Trato de tranquilizarla.

—Estás desnudo —puntualiza, sonrío y deposito un beso casto y rápido en sus labios. Se sorprende y antes de que reaccione, me pongo de pie y ella hace lo mismo. Camino detrás de ella y gracias a Dios por eso, porque acaba de pisar un charco y ha resbalado. Tengo buenos reflejos y logro sostener su cintura pero, por desgracia, yo también resbalo y caemos juntos.

Taboo WishesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora