Capítulo 50: Cambio de planes.

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Abrí mis ojos y, dificultosamente entre la tenuidad de las luces de neón, logré distinguir la expresión descontenta en el rostro de Bradley mientras sujetaba con fuerza mis muñecas a los lados de mi cabeza, acorralándome.

—¿Qué te sucede? —mascullé viéndolo directamente a los ojos, los cuales estaban cerca de arder en llamas del enojo.

—Salgamos de este lugar tan... abrumante —dijo con desdén en el intento de arrastrarme a Dios sabe qué lugar.

—No —respondí—. Es la fiesta de mi hermano, no puedo irme así como así.

Él me dio una mirada llena de obviedad mientras se cruzaba de brazos.

—Podría apostar a que ni siquiera se han visto desde que comenzó la fiesta porque él de seguro debe estar muy ocupado en sus asuntos. Definitivamente no le harás falta por unas horas.

Abrí la boca para refutarle, pero la volví a cerrar al instante porque tal vez él tenía razón. Además yo estaba más que ansiosa por volver a hablar con Bradley luego de una semana de no haber sabido de su existencia.

—Bien —le dije entre dientes.

Estuve a punto de decir algo más cuando él tomó mi brazo con barbarie para sacarme de allí lo antes posible.

Con la música sonando lo suficientemente lejana a nosotros como para poder hablar sin necesidad de gritar, nos detuvimos a las orillas de la calle. Él se posicionó frente a mí y, sin soltar mi muñeca, su mirada se posó en mí, como si analizara cada uno de mis gestos, como si quisiera descifrar lo que pienso; y gracias al cielo por el hecho de que los pensamientos resuenan únicamente en mi cabeza, porque sin duda que lo que ha estado pasando por mi mente desde que empezó a mirarme de esa forma, se podría considerar como un delito en estas circunstancias. Aunque un delito bastante tentador de cometer.

—Sé lo que piensas —musitó tomándome desprevenida.

Con el corazón latiendo como desquiciado en mi garganta, respondí en tono cauteloso:

—¿Ah sí?

—Sí —afirmó—. Por eso tendrás que venir conmigo si pretendes obtener lo que quieres.

El calor invadió mis mejillas apenas lo dijo.

—¿Contigo? ¿A dónde?

Bradley me dio una mirada de «¿Realmente crees que te lo diré?» y volvió a arrastrarme detrás de él hasta llegar a su auto, y ambos entramos en silencio. Luego de haberme obligado a ponerme el cinturón de seguridad, él encendió el motor del vehículo y empezó a conducirlo, por lo que veo, a alguna zona de la playa.

Observando desde la ventanilla a las olas arrastrándose libremente sobre la arena, exhalé como si de esa forma descargara una buena parte de mi batido de preocupación y angustia. Esto no iba bien, en especial todo lo que respecta a Bradley. Pensé que al aceptar ser su novia, todo se resolvería: sus chocantes cambios de humor, los misterios, y sobre todo, pensé que finalmente nuestra extraña relación sería aceptada social y familiarmente al hacerla oficial. Pero lo cierto es que nada de eso ha estado saliendo como creí que sería.

El ambiente entre los dos comenzó a tornarse tenso cuando bajamos del auto y empezamos a caminar sin rumbo por la orilla solitaria de la playa. ¿Acaso este silencio durará para siempre?

Como si hubiese leído mi mente, él habló en respuesta:

—Samantha —dijo, congelándome hasta el punto de hacer que los dos parásemos de caminar, lo cual no fue una buena idea ya que eso sólo hizo que quedáramos cara a cara. Demonios, había olvidado lo deslumbrantes que podían ser sus ojos a la luz de la luna, y sus labios... se ven tan comestibles como una gomita de frambuesa—. Seguramente estás preguntándote por qué demonios vine a este lugar luego de haberme marchado de aquella forma después de la cena de Año Nuevo.

El diario de una NerdWhere stories live. Discover now