Capítulo 6: Tutorial para arruinarlo todo ft. Bryan.

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—A ver, unos cuántos retoques más y... —Lana da un paso hacia atrás, tomando distancia de mí para contemplar su obra maestra unos segundos—. ¡Voilà!

Me dirigí al espejo de mi habitación desplegando una gran sonrisa, que al verme en el espejo fue cambiada por una expresión de espanto agrandando mucho mis ojos e intensificando a la vez el azul de ellos, también a causa del maquillaje.

—¡Lana! ¿Qué entiendes tú por «algo simple para una salida», eh? —me volví nuevamente al espejo, mirándome en él horrorizada por tal exageración con el maquillaje.

—Oh, por favor, no es tan malo como dices —replicó poniendo los ojos en blanco mientras se dirigía hacia mí hasta posicionarse detrás de mí, asomando su cabeza por encima de mi hombro—. El maquillaje acentúa el color de tus ojos a la perfección, y va muy bien con el rubio de tu cabello. ¿Qué más pretendes pedir?

Puse los ojos en blanco girándome hacia ella. —Repito, ¿Qué entiendes tú por «algo simple para una salida»? —Lana me miró con aburrimiento.

—No lo sé, ¿quieres impresionar a tu chico o no? Pues, ese es el maquillaje que utilizaría yo para una cita —espetó cruzándose de hombros con su mirada de «tengo razón y tú no, querida»

—Pero no es una cita —aclaré en tono obvio no sabiendo qué hacer con la aglomeración de maquillaje en mi rostro.

Mi amiga simplemente soltó un largo suspiro exasperado dejándose caer sobre mi cama, como si estuviera cansada del mundo exterior implorando que estalle ahora mismo.

Eso suena a algo que hacemos seguido. ¿No, Sam?

Oh, Sam, a veces tu inocencia es tan devastadora —comentó en tono materno—. Es obvio que es una cita. No necesariamente el chico tiene que mencionar la palabra «cita» cuando esté pidiéndote una —explicó sentándose nuevamente en la cama—. Es como cuando quieres tener sexo con el chico guapo que conociste en la mañana, no es necesario utilizar la palabra «sexo» en la charla para hacerle saber que quieres tener-

—¡Está bien, ya entendí! —aseguré haciéndole exagerados gestos con mis brazos para que pare.

La inculta que se hace llamar mi amiga estalló en risas agarrando su estómago con fuerza en el acto, pareciendo una especie de ave disecada de la raza Alanus Moribundus extinta en el año 1.000 a.C.

Está bien, es broma lo de la raza, pero en serio, su posición retorcida a causa de la risa es anormal, al igual que los sonidos guturales que ahora de su garganta salen. Me acerqué un momento a la preciosa muestra de lo que Dios puede hacer para observarla desaprobatoriamente a la cara.

La cual está tornándose de un color pálido y azulado...

¡Se está ahogando!

Bien, bien, hay que conservar la calma. Ahora, a recordar las clases extra que vi en primaria sobre primeros auxilios para enfrentar situaciones como esta. Tomé a Lana desde la espalda, atrayéndola a mí y ejercer presión en su estómago un par de veces, hasta que logró escupir la goma de mascar con la que se atragantó y tendió a respirar reiteradas veces hasta que logró apaciguar su antes agitada respiración.

—Demonios, eso fue intenso... —musitó sentada en piso como si hubiese vivido la mejor experiencia de su vida.

—Sí, sí... —le contesté al instante con desdén y enojo—. Andando antes de que casi mueras otra vez, ¿sí?

—¡Andando entonces! —respondió sonriendo como niña pequeña mientras se levantaba del piso—. Ahora, bajemos a la sala para que asistas a tu cita y luego me cuentes todos los detalles sucios —añadió con picardía a la vez que me daba una nalgada mientras pasaba frente a ella.

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