Capítulo 33: Me siento como en México.

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Diablos, siento como si estuviera en la típica situación de presión de vida o muerte, en la que tienes el cable azul y el cable rojo, donde al cortar uno de ellos, se apaga el detonador de la bomba; pero de lo contrario, eligiendo un cable erróneo, solamente haría que la bomba explotara instantáneamente en tu cara, siendo el cable rojo la opción «A» y el azul la opción «B», de uno de los resultados de una ecuación. Si respondo de manera correcta, bien por mi vida. Pero si respondo de manera errada... Bradley y Colton querrán hacerme añicos.

Tal vez, solo tal vez... Si no hubiera tantas personas observándome como si quisieran aniquilarme con la mirada, anhelando que me equivoque para que su equipo pase a la siguiente fase, tal vez pudiera pensar con mayor claridad.

Desvié mi mirada un momento hacia el público, encontrando entre la multitud a Bradley con mirada enfocada totalmente mí, a pesar de la muchedumbre en movimiento a su alrededor.

¡Tú puedes, Sam!

Pude leer en su expresión. Volví a leer el problema en el pizarrón y finalmente presioné el botón antes de que el equipo que representa a la preparatoria de Houston lo hiciera.

—¡El resultado es la opción A: -4! —dije casi sin aliento a través del micrófono.

El viejo que parece ser el más estricto y quisquilloso del jurado comienza rectificar mi respuesta, antes de hablar:

—Es correcto. West High pasa a la siguiente fase.

Y eso bastó para que las personas que vinieron desde Los Ángeles para apoyar a la preparatoria West High enloquecieran en el público. Si yo no fuera un alma tan tímida, quizás me hubiese arrojado hacia ellos como lo haría una estrella de Rock al terminar un concierto.

Bueeeno... Tampoco es para tanto, pero cuando eres alguien ignorado y sientes cómo los demás te apoyan de repente de esa magnitud, elevando toda su atención hacia ti, es una locura.

Un largo día en el concurso, nos dejó hambrientos a los tres —Bradley, el maestro Colton a mí—, así que para celebrar el haber pasado a la siguiente fase, el maestro Colton decidió llevarnos a un supuesto restaurante de comida mexicana en el centro de Washington en la noche.

—¿Es-están seguros de que es por aquí? —pregunté inclinándome hacia adelante en el asiento trasero, pudiendo asomar mi cabeza entre los asientos delanteros del taxi pada obtener una mejor visión—. Porque esto parece más un salón de fiestas que un restaurante.

—Esta es la dirección que indicaba el folleto que me dio la azafata del avión antes de aterrizar aquí, señorita Williams —aclaró el maestro Colton.

Luego de que el taxi avanzara un par de metros más —ya que había una fila gigante de autos esperando por poder ser estacionados en la calle— pude obtener una mejor visión del restaurante de La Casa de Guadalupe. Bajamos del auto y nos adentramos al restaurante de aspecto hogareño e histórico; parece de esos restaurantes que han pasado por generaciones en la familia. Había gente por todas partes, como si de una feria se tratara. Gente bailando sin parar y un pequeño escenario al aire libre era el centro de atención.

... ¡Quince primaveras tienes que cumplir! ¡Quince flores nuevas que te harán feliz! —cantaban los mariachis—. ¡Quince primaveras, quince flores nuevas! ¡Y una vida entera por vivir!

Me siento como en México —susurró Bradley en mi oído, causando que el contraste del clima frío y la calidez de su aliento en mi cuello, me provocara un escalofrío.

—¿Ah, sí? —dudé enarcando una ceja—. ¿Acaso has visitado México?

—No, pero...

—¡Oigan! ¡Bienvenidos a La Casa de Guadalupe! —saludó animosamente una señora, interrumpiendo lo que Bradley decía—. Vengan conmigo, les conseguiré una mesa para dos con la mejor vista del restaurante para su hermosa pareja —ofreció observándonos con dulzura.

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