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—¡Basta! Ya me cansan sus estupideces —exclamó colérico Butters—. ¡Nada puede detener al Profesor Caos!

—¿Oh sí? Kenny usa tu estrella ninja —Stan vociferó, tumbado en la nieve, sintiendo como la helada y blanquecina capa gruesa quemaba sus manos y brazos descubiertos.

Entre un par de murmullos ininteligibles que traspasaban el abrigo del pobre, tomó una de sus estrellas filosas entre el resquicio de sus dígitos y la lanzó junto a su grito de batalla, de igual forma, incomprensible. El artículo de metal voló por el aire, cortando algunos copos de nieve que osaban aparecer en su camino con indiferencia, hasta que se estrelló contra el ojo izquierdo de Butters provocando que su casco de aluminio se desprendiera de su cabeza, revelando los dorados y deslumbrantes cabellos de su cortísima melena.

Se quedó estático por unos minutos para asimilar que su ojo había sido rebanado por una estrella ninja, lanzado por su supuesto mejor amigo. Un silencio sepulcral inundó el tenso momento, con cuatro niños boquiabiertos y un niño a punto de entrar en desesperación cuando un punzante y horrible dolor, junto con un río de sangre, comenzó a brotar de su ojo triturado.

—¡Ahhh! ¡Ah-h! —gritó con dolor y terror Butters, cerrando su ojo bueno y apretando los puños, agitándolos exaltado.

—¿Qué mierda Kenny? —Cartman comentó incrédulo, pues nunca imaginó que algo así pudiese suceder.

—¡Butters, Dios mio!el pelinegro fue el primero en ir a socorrer al pobre chiquillo que seguía vociferando incoherencias que se mezclaban con saliva acumulada sin poder silenciar las palpitaciones que en su cabeza comenzaban a resonar.

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Sus sienes dolían igual como si un camión le hubiese andado por encima. Un eléctrico golpe martillando una y otra vez su nuca hasta no poder aguantar más y obligarse a sí mismo a abrir los ojos, los cuales movieron sus pestañas con lentitud, abriéndose como flor en primavera; de a poco comenzaba a acostumbrarse a la luz que atravesaba la cortina paliducha que se mecía junto con las escasas brisas que Butters lograba sentir cercanas a su rostro neutro.

¿Había sido un sueño? Esos hombres, esos forcejeos, esos llantos ¿habían sido reales? Al parecer no, ya que se encontraba en una cómoda cama pequeña, regocijada de sábanas color crema y una suave almohada que intentaba apaciguar los dolores de su cabeza.

Murmurando un bostezo con labios sellados, se sentó con mucha precaución, pues su anatomía sufría de múltiples lesiones que no eran visibles. Apoyando sus manos sobre la colcha, tocándola con la yema de sus dedos igual como si nunca hubiese visto una en su vida, pasó su mano por encima con delicadeza, con pausados movimientos, y pestañeando unas cuantas veces su vista al fin logró acoplarse a la iluminación del estrecho lugar, o mejor dicho amplia habitación, ya que cuando giró con complicación su cuello vio más camas colocadas con exactitud una al lado de la otra. Todo demasiado blanco para su gusto.

Otros niños estaban descansando sus cuerpos en aquellas colchas color crema. Algunos, al igual que él, ya estaban despiertos poniendo la misma extrañada expresión en sus caritas. Confundidos intentando comprender cómo es que llegaron ahí, como es que estaban arropados y cómodos envueltos en deliciosas sábanas perla, como es que se los llevaron y ¿para qué?

Butters comenzó a recordar junto con un dolor en sus hombros el brazo que estaba sujetando, como él con tanta fuerza se negaba a soltarlo y como ese brazo tampoco lo dejaría solo. Recordó las patadas y los llantos. Cada sonido ahora retumbaba en su cabeza, los disparos, las lágrimas, el dolor, las luces, que aunque no provoquen sonido, en Butters producían una curiosa nota de pánico, pegándole justo en el iris hasta dejarlo completamente ciego. Volteó a la cama que estaba a su lado y reconoció al instante a ese niño que yacía medio dormido en ella, mordiendo su labio y mascullando de vez en cuando.

"El Levantamiento"《Kyman》Where stories live. Discover now