Capítulo III

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~"Perdido"~

"A veces nos derrumbamos hasta tal punto que incluso la idea de la felicidad nos asusta. Los ojos del corazón se acostumbran a la oscuridad e incluso la luz más suave se vuelve cegadora."

—Mathias Malzieu.

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Mentes abajo, dando pasitos descoordinados, bajo un sol turbio que sólo te quema la punta del iris; queriendo ver más allá de lo que tienen en frente se preguntan qué es lo que está sucediendo. Miradas iban, miradas venían, inquietas, como un pez sacado del agua que prontamente dejaría de moverse.

Los débiles rayos del astro amarillo iluminaban ciertas zonas de la calle por la cual ahora transitaban. Sus menudos cuerpos gelatinosos se quedaban quietos y cada paso hacía que sus rodillas fueran de lana. El ruido proveniente de esos escorpiones de fuego, los asustaba, a tal punto de hacerlos llorar y gritar, desesperados, por sus padres, quienes estarían pasando por lo mismo en otro lugar.

Las puertas del infierno se abrieron ante ellos y sólo les quedó entrar, sin remedio, no podían luchar contra el más grande, aunque sentían una insana necesidad de golpear con sus manos de algodón esa dura cara de ladrillo. Mientras se adentraban a aquel encerrado monstruo de metal blanco, oían a lo lejos los alaridos de los demás pequeños que no deseaban convivir aún con el mismísimo Lucifer, quienes luego sólo lograban ver estrellas y obligadamente, ser acostados en las sábanas de lava y fuego.

Sentían calor, frío, sudaban de manera descontrolada. Un sudor gélido, como si un cuchillo estuviera besando la piel de su cuello. Sus manos temblaban y sus dedos parecían hechos de plumas en ese instante. Querían irse a casa, querían estar con sus padres, querían recibir un abrazo y un "todo estará bien" por parte de quienes eran sus educadores; pero eso no sería ahora, ni mañana, ni pasado, porque estaban seguros que a donde sea que iban, lo único que podrán ver, cercano a una familia, será su reflejo amargo en la espesa  lluvia que se derramaba de sus ojos.

•••

Los chicos estaban sentados en silencio, uno al lado del otro, mirando con cierta desconexión el suelo sórdido del auto, el cual los guiará hacia otro mundo.
Cartman se encontraba tronando sus dedos de forma ruidosa, logrando que la mudez del camión se opacara un poco. Pensaba en lo que había ocurrido y como no lo vio antes. Bueno... En realidad si lo vio antes; desde que vio a esos cabrones vestidos de esa manera junto con ese ridículo gorro que usaba el papá de Kyle, supo que algo no andaba bien. Los judíos no solían aparecerse así como así en un colegio dando información sobre su religión e incitando —indirectamente— a un levantamiento, queriendo que los chicos también apoyen esa ridícula causa.

Culpaba a Kyle de todo, es consiente de eso, pero esta vez está seguro de que ese judío de mierda tenía algo que ver con todo esto. Ahora no lo culpaba sólo como un capricho o para molestarlo, no, ahora sabe que la culpabilidad es palpable y que cualquiera la puede ver.
Como deseaba ver a Kyle al rostro para lanzarle un par de golpes a la cara. ¿Cómo podía hacerle esto? ¿A él, a Cartman? Su mayor enemigo... Claramente tiene algo de sentido ¿no?

—Cabrón... —murmuró entre cerrando los ojos y mirando fijamente los zapatos azules de Stan, quien estaba sentado al frente.

—¿A dónde vamos? —el pequeño insulto de Eric bastó para que se entablara una pequeña e insignificante conversación entre los niños, aunque no sea una conversación en sí, era suficiente como para mantenerse algo tranquilos, distraídos y por así decirlo, despegarse un poco y aterrizar en la Tierra.

"El Levantamiento"《Kyman》Where stories live. Discover now