|| Veinticuatro ||

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Por alguna razón sus pies no se movían, su cabeza daba vueltas y toda su anatomía pesaba más que el plomo.

—¡Protego! —el gritó se escuchó tan lejano que no merecía darle importancia, pero, por alguna razón, conocía esa voz.

Raro, ¿no?
Rareza... Lo que ahora gobernaba su vida.

Negó suavemente con la cabeza y miró al frente, logrando ver cómo una figura varonil se posaba frente a él con varita en mano. Conocía a esa persona, pero... ¿dónde?

—Vamos, esmeralda, no es hora de dormir —susurró el hombre apresurado, desviando cada hechizo enviado a su persona.

Esmeralda...

Parpadeó, se estaba dirigiendo a él, era su esmeralda. Lo sabía, lo sentía.

Anda, arriba —la voz en su cabeza dio un pequeño clic en su cerebro. Negando bruscamente y parándose de su lugar con agilidad.

¿Cómo pudiste entrar? —cuestionó parándose a su lado con la varita lista para atacar.

Nadie daña a lo que me perteneces —siseó en respuesta.

Harry sonrió ante eso. Analizó la situación y notó una mancha café al lado de su tío.

—¿Remus?

—Hola, cachorro —saludó el nombrado con alegría.

—¿Les parece si nos damos el reencuentro deseado después de esto? —cuestionó Sirius frunciendo el ceño— Me gustaría seguir vivo por más tiempo, ¿están de acuerdo?

El castaño puso los ojos en blanco y volvió a la pose de combate, poco después sintió que la batalla apenas iba iniciando. Tenía que admitir que Grindelwald era alguien poderosamente admirable, ¿quién diría que fuera posible lanzar tres hechizos al mismo tiempo?

Se encogió de hombros mentalmente, lo imposible parecía posible en esos momentos.

Esquivó dos hechizos que fueron dirigidos a él, pero el tercero si llegó a su presa. Sirius salió volando después de chocar con el hechizo, cayendo -vaya el destino- arriba del cuerpo de James Potter, el cual nadie se había dignado en mover de lugar.

Remus estrechó los ojos y gruñó ante eso, al ambiente era tenso e indescriptible, algunos hechizos chocaban contra las casa a su alrededor, otros simplemente se perdían en el cielo. Las personas que antes habían estado ahí se habían ido por órdenes de Severus a otro lado, Harry suponía que fuera del bosque.

El bosque, otro de los problemas. El humo tapaba con sutileza el aire, siendo más fuerte con cada minuto que pasaba.

Dejando de pensar en eso, lanzó el primer hechizo que se le apareció en la mente, desesperándose cada segundo más. Grindelwald no parecía cansado a comparación de ellos, y vaya que debía tener el doble de edad que todos juntos.

Apretó lo dientes molesto, moviéndose con toda la rapidez que su cuerpo le permitía para esquivar cada uno de los hechizos que le eran dirigidos, los cuales eran más que los mandados hacia Tom o Remus, no que le molestase, pero sí era frustrante.

Se agachó al notar como una luz roja se acercaba a él, lamentablemente no notó el segundo hechizo, el cual impactó directamente a su dedo, justo en el anillo que le había regalado su pareja.

El grito de dolor interrumpió toda acción. Harry miró a su lado y abrió los ojos.

—¿Tom? —susurró mirando a su pareja, para luego hacerlo con su dedo. El anillo estaba agrietado— ¿Cariño? —murmuró acercándose a él, antes de que un hechizo interrumpiera su acción.

Esmeralda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora