|| Once ||

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Se pasó la toalla por su cabello con cansancio antes de dejarla en el respaldo de su silla de madera y secarla con un movimiento de mano. Estaba haciendo las cosas sin notar la mirada fija que tenía clavada sobre él.

Tardaste —acusó el mayor susurrando dentro de su mente.

Fui a correr y se me hizo tarde —explicó encogiéndose de hombros.

¿Por qué? Usualmente eres puntual.

Sentí que estaba perdiendo mi físico, así que fui a hacer mi entrenamiento diario sin el vegete y, justo cuando voy regresando a cada, mi madre me detiene —se encogió de hombro mientras se acostaba en su cama, sin prestarle atención al mayor.

¿Por qué? —volvió a preguntar.

—Dumbledore empeoró, quería que le ayudara con mis habilidades.

—¿Y qué pasó? ¿Algo salió mal? Te ves más cansado de lo normal.

Trabajé mi físico después de unos días de no hacerlo y usé mi magia en grandes cantidades, ¡claro que estoy cansado! —balbuceó con ganas de llorar. Estaba tan cansado.

Oh...

Se quedaron callados por un momento antes de que la esmeralda decidiera confiar nuevamente en Tom, mandando al diablo a las recomendaciones de su Alfa.

No le doy más de dos días de vida —aseguró con frialdad—, aun usando mi magia no pude hacer mucho más que darle algunas horas para poder respirar.

—Por eso los tuyos están frente a su casa con...

Velas. Sí. Se están despidiendo —Harry miró hacia la ventana y observó a su amigo—. Nadie sabe qué hacer.

Supongo que es difícil perder a un líder...

No es por eso —detuvo suspirando con tristeza—. Mi padre será el próximo Alfa que rija la manada, pero el problema soy yo.

¿Esmeralda...? —preguntó con cuidado. El tiempo le había dicho que la situación de su pequeña joya era delicada.

—Pronto será mi cumpleaños número diecisiete.

Tom entendió todo.

El día que sabrán tu posición en la manada —murmuró el ojiazul pensativo—, están esperando mucho de ti.

—Y, como siempre, no llegará.

Los dos se volvieron a quedar en silencio. Harry aprovechó ese momento para sentarse en el borde de la ventana y mirar la calle con la vista perdida, dejando que el silencio hable más que las palabras.

¿Confías en mí? —preguntó el pelinegro repentinamente. El menor levantó la mirada y observó al vampiro con curiosidad, Harry no lograba descifrar qué era lo que expresaba la mirada que estaba recibiendo, pero no le dio importancia, no parecía nada malo.

Ya sabes que sí, Tom —confirmó ignorando las palabras que le había dicho el viejo moribundo. Su querido Tom no era capaz de hacerle daño, lo sentía.

—Quiero llevarte a un lugar.

El azabache miró un largo tiempo al mayor, tratando de desenredar todos los pensamientos que tenía en la mente.

¿Cuándo? —terminó preguntando, sonriendo ante el hecho que estarían un poco más cerca.

Ese día te lo diré, estate preparado —murmuró guiñando un ojo con picardía—. Confía en mí.

Y, después de esas palabras y esa sonrisa, desapareció como todas las noches.

Esmeralda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora