|| Ocho ||

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Se estiró levemente mientras se volvía a acurrucar en sillón. Ese era uno de los mejores días de su vida, esa sábado, no había escuela y Dumbledore había enfermado, eso significaba que tenía el día entero para poder descansar y reunir las energías que le había estado consumiendo con los entrenamientos y las pequeñas horas que compartía con Tom en la noche... ¡Arriba la holgazanería!

Siguió leyendo su libro con tranquilidad mientras jugaba con su anillo, su mamá había ido a cuidar al anciano de su Alfa mientras que su padre se encontraba dando una ronda por alguna parte de los terrenos, vigilando que no haya ningún vampiro o humano cerca del bosque. Nadie quería otra cría de humano llorando en su territorio, para nada, eso era muy estresante para todos. Se estremeció recordando el día que un pequeño muggle se había perdido dentro del bosque y no paraba de chillar. Su madre se había ofrecido a cuidarlo... ¡Estuvo toda la noche chillando! Era peor que mil ratones chillando al mismo tiempo. Tan agudo y horroroso.

—Harry —llamó su padre entrando a la casa con cansancio.

—¿Hmm? —preguntó sin levantar su mirada del libro.

—Dumbledore quiere hablar contigo —el ojiverde gruñó al oír el nombre, recibiendo una mirada asesina de su padre—. Ya te he dicho que no lo hagas, ¿qué pasa si alguien fuera de nosotros hubiera visto eso? ¡Debes ser más respetuoso, Harry!

—Padre, con todo respeto —empezó el menor cerrando su libro después de haberse aprendido la página—: Mi respeto se gana, no se regala.

—¿Y qué ha hecho Dumbledore que no merezca tu respeto? —espetó molesto James.

—Lo sabes muy bien —escupió levantándose del sillón y caminando con tranquilidad hacia su habitación—. No me gusta saber que no puedo ir a la tienda sin que un auror me persiga, o correr hacia mi propia casa sin conseguir una pequeña platica para ver si oculto algo.

—Harry, no es...

—Sí, no es lo que parece —siguió parándose frente a su habitación y volteando para ver a su padre—. Ahora, si me permites, seguiré fingiendo ignorancia mientras mi propio padre desconfía de mí, con permiso.

Entró a su habitación y cerró la puerta tras él, empezando a quitarse su pijama para luego ponerse algo más formal. Salió de su habitación tan rápido como entró, pero esta vez completamente cambiado, sin dejar su anillo, claro.

Salió de la casa sin prestar atención a las patéticas excusas que le decía su padre. Tenía que ir a la estúpidamente grande mansión de su Alfa para poder hablar con él, tal vez ya habían decidido que era una amenaza y ahora era enviado para ser eliminado.

"Estúpido Potter, siempre tan impulsivo y estúpido, no sé cómo logró ser auror." las palabras empezaron a sonar tan externas dentro de su mente "Y ese Dumbledore idiota, ¿quién se cree que es? ¡Me expulsa de la manada como si yo quisiera pertenecer a ella!"

"Cariño, tranquila."

"No, estoy harta... ¡Al fin me voy de ese lugar!... ¡¡Me sacó de mi propia manada!!" chilló la mujer indignada "Ese pedazo de..."

"¡Hey! No quiero que mi hijo tenga el mismo lenguaje que tú." regañó el hombre mientras miraba a su mujer con reproche, segundos después el bebé en los brazos de la mujer empezó a llorar con potencia, alertando a la pareja "No, cariño, todo está bien. Papá está aquí."

"Y mami también." murmuró la de azabache con voz cantarina, logrando tranquilizar al infante con tranquilidad "Sí, pequeño Harry. Duerme, ya casi llegamos a casa de tío Sev..."

Su visión volvió como el impacto de un hechizo, sacándolo de sus pensamientos con tal brutalidad que se tuvo que agarrar de lo primero que encontró, lamentablemente era un hombre que caminaba cerca de él, que casi le da un golpe al ver de quien se trataba. Harry juró haber escuchado la palabra "fenómeno" antes de que el ciudadano se fuera enojado, casi asustado.

No tardó mucho en fingir que nada pasaba y seguir su camino, encontrándose en cuestión de segundo frente la casa de su respetable Alfa.

Esmeralda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora