Canta: Lámparas y danzas

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No era de día aun cuando Liswen golpeó en la puerta trasera de la distribuidora de la gran biblioteca de Oropher

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No era de día aun cuando Liswen golpeó en la puerta trasera de la distribuidora de la gran biblioteca de Oropher. Un elfo con rostro de aburrimiento atroz abrió y luego de escuchar de ella las bondades que supondría contratarla, la elfa consiguió trabajo. Era modesto y bastante tirado a la suerte, porque su oficio consistía en copiar documentos de libros importantes que no podían dejar la biblioteca del rey, para vendérselos a los estudiantes del bosque y solo obtenía un porcentaje de lo que vendiera en el día.

Quiso poner sus manos sobre los libros antiguos y extranjeros, con tapas de cuero de todos los colores que hubiera podido imaginar. Le gustaba pensar en cómo los elfos lograban esas tonalidades cuando los cueros que conocía no eran más que negro o marrón como los que solía haber en el bosque. Pero antes que pudiera siquiera posar la yema de los dedos allí, el encargado los quitó de su vista con la excusa de que solo el rey, su familia y los distribuidores de la oficina podían tocarlos. Existía solo una copia de cada uno, en su mayoría traídos desde Lindon y recuperados de las memorias de los sobrevivientes de la Primera Edad y por eso era peligroso exponerlos a las manos de decenas de elfos, así que se hacían a mano copias distintas y se vendían en los puestos como pergaminos enrollados. Siquiera ella podría tener acceso al material original y a Liswen se le puso que no lo hacían, no por no dañar las piezas, sino porque los fragmentos recortados para los estudiantes contenían solo lo que los profesores estaban interesados en enseñar. Pero no dijo nada, porque le urgía encontrar un empleo y si preguntaba por el interés de una enseñanza mayor, iban a negarle el puesto.

Ella estaría a cargo de la venta de los pergaminos de aquella zona y tan rápido como le dieron la primera canasta, regresó tintineando como una campana a su casa. Con esfuerzo quitó la mesa de tronco que habían encontrado en el comedor de la casa vacía y acomodó los pergaminos sobre ella. Cuando acabó el trabajo, tomó un cuaderno que le habían asignado, con tinta y pluma y abriendo uno por uno, se dispuso a copiarlos para tener más unidades disponibles, pues durante el receso de mediodía, los elfos saldrían de clase a tomar un almuerzo y comprar sus útiles.

Quëafindë no estaba en la morada, pues temprano se había unido a los guardias de la zona para regresar a su trabajo de patrullar los caminos, y si bien eso la ponía de mal humor, en tanto solo tenían un horario acotado en la noche para continuar su instrucción en armas, le reconfortaba encontrarse completamente sola para no tener errores en las copias por distraerse.

Solamente una vez - Coronada Flor Silvestre | THRANDUILWhere stories live. Discover now