Neldë: Se acabó el tiempo

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Nadie está preparado para quedarse solo, por eso cuando Liswen puso su bolsa pesada en la puerta de su casa y bufó un poco asustada, otro ruido metálico de bagaje cayó a sus pies y al levantar la vista, Quëafindë se sonrió juguetón y bromista

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Nadie está preparado para quedarse solo, por eso cuando Liswen puso su bolsa pesada en la puerta de su casa y bufó un poco asustada, otro ruido metálico de bagaje cayó a sus pies y al levantar la vista, Quëafindë se sonrió juguetón y bromista.

—Yo tampoco tengo casa así que quedarme o irme me es igual, no voy a extrañar nada, y tampoco estoy tan lejos. —Fue lo que dijo encogiéndose de hombros.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo sabes que me voy?

—Tus gritos se escuchan desde mi casa —señaló Quëafindë a una casita cercana.

Luego de más peleas en su casa, sobre acatar o no las reglas del nuevo monarca del bosque, Liswen decidió que una noche en los bosques durmiendo sobre el roble no le había sido suficiente, y su salida de casa necesitaba ser permanente. Así que con disgusto despidió a su madre, y le pidió que no se alterara, que ella iba a escribirle pronto cuando encontrara donde vivir. Tras varios improperios bastante poco frecuentes en su boca, envió a cultivar rabanitos, como algo suave, a su padre y hermanos, se armó de sus cuchillas y salió por esa puerta.

—¡Mi hija solo saldrá por esa puerta casada con un elfo respetable! —escuchó Quëafindë a Melundil gritar tras la entrada.

—¡Descuida, padre, los hombres me repugnan y tengo mejores intereses que perder la virginidad, mi útero seguirá teniendo un precio alto para cuando lo quieras vender! —chilló ella y gruñó de rabia.

—¿Vas a dejar que te venda? —dudó Quëafindë. Liswen acabó de atarse el cabello bastante desordenado por la bronca y comenzó a acomodar sus atuendos.

—Por supuesto que no, pero si eso lo hace cerrar la boca y dejar irme, entonces que lo crea.

El mundo podía ser aterrador y lleno de reglas que a ella no le parecían bien, pero prefería ese infierno, que empezar una afrenta de gritos cada noche en la mesa familiar cuando llegaba a casa con sus cuchillas.

—¿Más al norte o al sur? —preguntó Quëafindë cargando sus pertenencias mientras ella cruzaba la bolsa delante de su cuerpo.

—Al sur. En el norte la tierra es más árida. Conforme te acercas a las montañas se pone más difícil cultivar y no viviré de patatas —asumió.

Solamente una vez - Coronada Flor Silvestre | THRANDUILWhere stories live. Discover now