Prólogo

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Un giro en la vida puede ser bueno o malo, pero en este caso fue confuso

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Un giro en la vida puede ser bueno o malo, pero en este caso fue confuso... y literal.

Liswen tenía diez años, muy pocos para controlar su cuerpo ágil y liviano de elfa, muy joven para entender lo que estaba pasando, y rodó entre las hojas secas de la zona norte de Eryn Galen una tarde cualquiera de la Primera Edad, cuando la región no era más que un bosque gigantesco e impenetrable dibujado torpemente en mapas más al oeste de la Tierra Media. A nadie le importaba lo que los silvanos de aquellas tierras tenían que decir y a ellos no les interesaba lo que había tras las montañas. Habían probado antaño y no les gustaba lo que moraba entre los picos más altos.

Y de eso naturalmente se trataban los temores más antiguos y también más irracionales de aquellos elfos, por lo que una niñita de seis años arrastrada por el viento lo primero que pudo pensar fue que si existían los gigantes de piedra que aterrorizaban a los silvanos y tenían por propósito aniquilarlos con tanto fervor, que, estos se habían visto en la obligación de repetir sus atrocidades en cuentos populares, entonces también existían los de aire... y ella tenía que vivir para contarlo.

Con los ojos gigantescos casi blancos de lo claros que estaban aquel día y a punto de desteñirse del susto, Liswen reculó como una tortuga caída caparazón abajo y gritó cuando las hojas se arrebataron del suelo formando en aquel viento huracanado la figura de un ser alto, grande... parecía tener un porte ancho y cargaba una espada, también de hojas, y en su cabeza, puntas filosas como las de un puercoespín salían de su cabellera. La luz del sol se abrió paso en un claro y el gigante de hojas secas alargó la mano hacia ella para levantarla del suelo, pero esta negó y se alejó más intentando pararse.

Una rama de considerable tamaño había en el medio del bosque y la tomó para defenderse, con ambas manos y bastante torpeza. La figura sin embargo pareció no asustarse ni temer el golpe. Ladeó la cabeza y no lo pudo ver sonreír, pero lo hizo. Y ella permaneció aterrada, porque todo había comenzado como cualquier otro día, con alguna que otra novedad.

«Dónde las hojas, dónde el viento... Dime viejo roble, ¿Dónde el destino me llevará? ¿Será contigo? ¿Será muy lejos? Algún otro verano más... Dónde las hojas, dónde el viento... ¿Dónde el destino me llevará?» 

Solamente una vez - Coronada Flor Silvestre | THRANDUILحيث تعيش القصص. اكتشف الآن