Min: Danza en los bosques

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La costa del futuro reino de Lindon estaba llena de elfos que iban y venían, algunos bastante desorientados, otros guiaban a los que bajaban de los barcos con suficiente seguridad como para saber que habían estado en ese terreno por mucho tiempo, ...

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La costa del futuro reino de Lindon estaba llena de elfos que iban y venían, algunos bastante desorientados, otros guiaban a los que bajaban de los barcos con suficiente seguridad como para saber que habían estado en ese terreno por mucho tiempo, y si así había sido, entonces habían sido los soldados que habían visto a Beleriand hundirse por pedazos, y no se les podía preguntar nada, porque bastante tenían ya con haberse enfrentado a Morgoth y dragones y salir físicamente enteros.

Thranduil observaba todo con los ojos grandes y no le soltaba la mano a su hermana que bien aferrada a lo que más le importaba aguardaba de pie a que el barco encallara por fin. Thranduil y su cuaderno favorito de dibujos la acompañaban, y detrás, sentada sobre un baúl con pertenencias de la elfa, su maestra daba órdenes sobre las pertenencias que cargaban los hijos de Oropher. 

Y aunque era un elfo elegante, sumamente llamativo y amante de la buena moda incluso en los tiempos más austeros y desesperados, Thranduil no podía verlo entre la multitud que iba y venía.

«Si no está, no sé qué vamos a hacer» pensaba. Porque era demasiado joven y demasiado torpe en muchos asuntos como para cargar con toda la responsabilidad al hombro. Seguramente lucharía por conseguir un trabajo de lo que fuera pudiera aceptar y a su hermana la pondrían a limpiar y asistir a alguna elfa de alta alcurnia. Algo que Morwenna había querido hacer por Elwing, pero que Oropher había evitado a toda costa tras el consejo de la dama de las olas y Thranduil había aprendido bien a respetar. Y eso lo inquietaba, pero también debía disimular sus nervios para no acabar lastimando a su hermana al apretar la mano con fuerza inconsciente.

—¡Allá! De túnicas plateadas, brillan como monedas nuevas las filigranas de sus atuendos, Thran. —Señaló apenas con la cabeza su hermana, a quien le habían prohibido extender el índice como signo de mala educación.

Thranduil dirigió la mirada y aunque estaba asustado se rió por la confusión.

—Es el príncipe Celeborn —aclaró y Morwenna se llevó la mano a la boca con preocupación—. ¿Ves? Lo acompaña la dama Galadriel, la del vestido blanco con brillo de luna —añadió—. No te preocupes, padre no se enterará que lo confundiste con él. 

Solamente una vez - Coronada Flor Silvestre | THRANDUILWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu