Capítulo 9

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Melanie

Está muy equivocado si piensa que ha ganado la guerra, solo es una batalla y yo no soy fácil de vencer. Puede que esté subestimándome por la edad, ya le mostraré lo irritante que puedo llegar a ser.

—Salte, voy a ordenar mis cosas —le arrebato de las manos las prendas que tiraba como si nada en la maleta —. No las trates así, animal.

Desde el exterior se escuchan como autos se detienen en la entrada de mi casa, corro a ver y son hombres vestidos de trajes con cara de pocos amigos, ni eso, son indescifrable y miden más que el espécimen odioso en la habitación.

—De acuerdo, tomate el tiempo que necesites, pequeña —acepta, sin más.

Claro, ha traído toda una recua de personas que vigilarán que no me intente escapar otra vez.

Oliver tiene mi auto, era con él con quién iba a huir, pero al ser descubierta preferí gritarle que se marchara y no meterlo en problemas con don mandón.

—Deja de llamarme, así como si fuéramos...—dejo la oración inconclusa, pensando —. En fin, no somos amigos, ni lo seremos, a si que no me hables como tal.

Infla el pecho, emitiendo una risa ronca y aquella quisiera borrársela de algún golpe.

—Tienes razón, no somos amigos —aprovecha cada oportunidad para acercarse y yo para alejarlo como ahora —. Somos esposos.

El recuerdo de ese desafortunado termino me hace tirarle todo encima, esquiva sin dejar la risa estúpida.

Las lágrimas vuelven a picar en mis ojos.

—¡Eres detestable! —rujo.

La nana viene con una pequeña maleta en las manos, es donde guardo mis cosas más personales. No tengo móvil y la urgencia me delata al parecer, ya que Cameron se la quita.

—Eso no es suyo, no tiene derecho a quitarle sus cosas. —riñe Amalia.

Le aprieto la mano, discutir con Cameron es hacerlo con alguien que nunca se calla y siempre tiene palabras para contestar.

—Tengo más derecho que usted, no solo soy su esposo, sino que también soy su tutor legal —argumenta, prepotente y altanero.

—Tu dirás una cosa, Danielson y yo digo otra —lo enfrento —. Sales perdiendo porque le doy más preferencia a ella que a ti. Ahora lárgate que al menos quiero organizar las cosas en paz sin que un psicópata acosador me ande rondando.

—Tienes veinte minutos para que empaques, aunque no es necesario te puedo comprar lo que desees. —cambia de parecer.

—No, gracias, no quiero nada de ti —la furia le invade nuevamente, sale de mi habitación, pateando los trozos de la puerta

Choca la cabeza con la pared. Tiene graves problemas con la ira.

Que se vaya al demonio si quiere, puede meterse sus millones por donde no le da la luz.

La puerta no la puedo cerrar, la destrozó, sin embargo, así desecha, cierro los trozos como muestra de que no es el único con problemas de ira quedándome con la mujer que me crio.

—Me gustaría tanto poder sacarte de aquí, mi niña —la abrazo yo a ella dándole consuelo.

—Ya volveré, nana, ya lo haré —nos alejamos, veo mis cosas, la decoración, yo no tengo postales en mis paredes, más bien algún pequeño cuadro.

El escritorio, los libros en la pared, mi cama, todo, cada lugar de aquí tiene una parte de mi mamá. Abrazo las almohadas derramado lágrimas sobre ellas y entre todo, es lo primero que agarro.

Casada a mi corta edad © [Danielson 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora