12. Neo-dhligheach

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Dio un sorbo a su taza de té y estudió una vez mas el mapa en su mesa. Las entradas y salidas secretas, los puntos débiles de la fortaleza, el número de  guardias, los puntos ciegos y la estrategia que no fallaría estaban marcados.

Una sonrisa sombría cruzó por el rostro del castaño al tiempo que su mirada brillaba con ímpetu.

Viktor... Disfruta mientras puedas. Pronto será mi turno de llevar la corona.

...

Miró el cielo que estaba por sobre las murallas, los últimos rayos de sol acariciaban su rostro, pronto tomaría esos colores arrebolados.
Aspiró la tranquilidad que flotaba en el aire y sintió un cosquilleo entre las costillas, una sensación de  alivio rebosante e inspiradora...

Distante estrella es este amor... que a nuestro hogar es buen conductor... un sol ardiente es este amor...

Rapunzel se había acercado a ella con un carcaj lleno de flechas, estaba maravilla y no pudo evitar expresarlo —Merida  cantas hermoso.

Sus ojos verdes brillaban con embeleso.

—¿Qué? ¿De qué hablas? —se aclaró la garganta. Tenía las mejillas de color carmín y las manos se le pusieron heladas.

Rapunzel levantó las cejas y jadeó emocionada —Cielos, eres una  excelente arquera, jinete, pareja de baile, gran oradora, buena peleando con espadas y además cantas... ¿Qué más haces? ¿Acaso vuelas?

Mérida rió tanto que le salieron algunas lágrimas.

Rapunzel golpeó su hombro para que se detuviera. Luego se miraron enfrascadas y empezaron a reír juntas.

—No vuelo pero soy excelente besando —le guiñó el ojo.

—¿Quién te dijo eso? —se cruzó de brazos y elevó las cejas con renovado interés. Mérida se acercó a ella para responderle.

—En DumBroch me lo decían a menudo ¿Quieres comprobarlo?

La castaña se estremeció ante sus palabras. Se mordió los labios y terminó aceptando.

Mérida rebasó el espacio que había entre ellas y la besó con gentileza y cariño.

—Uhm... Demasiado casto y apropiado.

—¿Eso estuvo mal? —preguntó Mérida.

Rapunzel negó con una sonrisa, la tomó de la mano y caminaron juntas hacia el interior del castillo. Habían estado practicando con el arco toda la tarde sin interrupciones, Rapunzel tenía potencial y mucha voluntad. En su primera clase había demostrado gran aptitud y Mérida por su parte lo había disfrutado.

Las cosas estaban mejorando, ya habían pasado dos semanas desde que su madre se había ido y el castillo poco a poco volvió a la tranquilidad habitual de la que gozaba.

No porque la reina se hubiera ido sino que así debía ser.

...

Entraron a la cocina, un lugar al que la pelirroja ya se había habituado. Llenó sus pulmones de aquel delicioso aroma.

Su apetito había mejorado después de lo ocurrido en la cantina del pueblo aunque tampoco es que alguien pudiera resistirse al sazón del Sur.

Agneta, la jefa de la cocina le dió la bienvenida de forma gentil a las dos princesas en cuanto las vio entrar.

—La cena estará lista en unos minutos —informó la mujer mientras Mérida asaltaba el canasto de frutas y tomaba un par de Mandarinas.

—Princesa podría probar ésto —una señorita rubia se le acercó a Mérida con una cuchara, cuidadosa de no tirar nada al suelo. La pelirroja sorprendida volteó para mirar a Rapunzel quien lo consintió con la mirada.
Tomó la cuchara y probó aquella porción de comida que le estaban ofreciendo.

El oso y El sol [Meripunzel] #EditandoWhere stories live. Discover now