10. La princesa y el oso

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...

Con la ayuda de los  dueños del local llevó a Mérida a una habitación y les pidió que llamaran a su escolta para que se hicieran cargo de los malhechores.

Se encerró en la habitación y se ocupó en asistir a Mérida. Estaba tan pálida y fría, sus manos estaban atrofiadas, su corazón era inaudible y su respiración imperceptible.

Negaba sin aliento —Mérida quédate conmigo.

—Por favor funciona... —la tomó de la mano, cerró sus ojos y se sumergió en la oscuridad, empezó a entonar la melodía de la flor atrayendo su fulgor mágico desde su interior.

Buscó la llama del alma de Mérida, el pequeño centro rojo estaba por consumirse en aquel fuego azul. Mérida estaba muriendo... Quería salvarla y sanar su alma de una vez. Esa era la oportunidad y el momento indicado para hacerlo.

Estaban frente a frente. La llama y la luz.

—Quita enfermedad y el destino cruel... Vuelve el tiempo atrás, volviendo a lo que fue...

Guió la luz al centro de la llama y siguió entonando, poco a poco el fulgor dorado creció superando el azul espectral.

Entonces algo cambió. Un gran oso surgió a partir de la llama agonizante.

Lo que estaba frente a sus ojos era algo que nunca antes había experimentado. Ella podía ver las almas  cómo pequeñas luces o fuegos pero nunca las vio tomar forma. Su corazón vibró de emoción ante aquella portentosa presentación.

El oso la miraba fijamente mientras ella seguía cantando.

[...] trae lo que perdí volviendo a lo que fué, a lo que fué...

El oso avanzó hacia ella con un poco de temor al principio. Hasta que se sintió confiado y se acercó lo suficiente. Ella mostró su mano intentando acariciarle. El pardo que le superaba en tamaño inclinó su cabeza y ella juntó sus frentes.

En ese momento lo comprendió, ese oso era el alter ego de Mérida, su espíritu protector.

—Mérida despierta —no podía dejarla morir—. Mérida...

En ese momento sintió la fuerza del agarre  de la pelirroja en su mano.

Levantó la mirada con un chillido ahogado y se encontró con aquellos ojos azules que la observaban con preocupación y desconcierto. Ya no estaban en la oscuridad, habían salido de aquel trance.

Un impulso hizo que se abalanzara sobre ella. La estrechó entre sus brazos con tanta emoción que Mérida apenas pudo reaccionar y correspondió a su abrazo.

—Estas viva —repitió un par de veces con una conmovedora emoción.

—¿No lo estaba?

Rapunzel se apartó para mirarla a los ojos

—Creí que no volverías...

—Tu estabas ahí... y por eso pude volver... Yo... Recuerdo  que caí al suelo y sentí un dolor insoportable...

Intentó ponerse de pie pero Rapunzel la detuvo.

—¿Qué? ¿A dónde vas? —dijo Rapunzel. La tomó del brazo y la mantuvo en la cama.

—¿Los sujetos, dónde están?¿Escaparon? —estaba muy alterada —. ¿Qué ocurrió?

—Tranquila, ya los están llevando, serán juzgados en el castillo —guardó silencio un momento. Mérida la miró tratando de entender.

El oso y El sol [Meripunzel] #EditandoWhere stories live. Discover now