24. Guerra de pintura

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Esta vez, todo es diferente... veo en ti la luz 



– ¡Levántate! – Alec gritó, lanzándose sobre Magnus, quien solo gruñó y se giró. Adoraba a Alec, lo hacía, pero Magnus odiaba despertarse temprano y parecía que el objetivo de Alec era despertarlo temprano todos los días.

– Oh dios, – Magnus se quejó, girando lejos de Alec. – ¿Qué tienen en contra del dormir, la gente de campo? –

– Dormir es una distracción habiendo tanto por hacer. –

Magnus abrió un ojo solo para lanzarle una mirada incrédula. – ¿Bromeas, cierto? ¿Quién dijo es? –

– Mamá, – Alec se encogió de hombros.

– Estás arruinando mi tiempo de siesta, – Magnus se quejaba. – Todavía ni termina de amanecer y no tengo deseos de levantarme y cantar con los pajaritos o hacer lo que sea que hace tu gente a esta ridícula hora. –

– ¿Cantar con los pajaritos? –

– ¿Tu gente no es del tipo de "uno con la naturaleza"? –

– No. No somos Pocahontas, – Alec se rió. – Solo no nos aterroriza como a tu gente de ciudad. Y ya amaneció, son como las nueve de la mañana. Ya dormiste demasiado. –

– Oh, Jesús, – Magnus suspiró. – Alguien debería enseñarte que dormir bien es por lo menos hasta las diez de la mañana. Antes de eso, no es dormir, – se giró de nuevo, esta vez, jalando a Alec de la playera hacía la cama y acercándolo.

– ¿Qué haces? – Alec se quejó. – Quiero que te levantes y hagamos algo. –

– Que mal, – Magnus sonrió adormilado. – Eres mi novio y por lo tanto tengo derecho a usarte como almohada cuando yo quiera. Además, te enseñaré los beneficios de dormir bien. –

– ¿De verdad? – Alec intentaba sonar molesto pero no podía lograrlo. – No sabía que eso era parte de todo esto de las relaciones, – su voz se suavizó cuando Magnus recargó su cabeza en su pecho y se acurrucó contra él.

Tan solo ayer se había enterado de tantas cosas, y resolvió tantas incógnitas. Magnus no podía estar demasiado molesto con sus padres porque de alguna forma ellos debían estar igual que él, intentando averiguar como lidiar con todo lo que era Magnus.

– ¿Estás bien? – susurró Alec. Magnus estaba agradecido de tenerle, si no fuera por él, probablemente estaría de fiesta en fiesta en estado de negación. No podía entender como Alec era tan gentil y paciente con él, especialmente porque Magnus no lo había sido tanto.

– No lo se, – respondió Magnus, siendo honesto.

– Realmente no se que decir, – Alec suspiró. – Pero si tenemos algo planeado que te hará sentir mejor. Isabelle, Jace, Clary, Simon, Max y yo, – Alec aclaró y sintió como la sonrisa de Magnus crecía y finalmente abrió los ojos. – Buenos días, – rió, notando que Magnus le miraba.

– Vamos, – dijo Magnus sonriendo y dándole un beso de buenos días. – Tengo hambre y curiosidad sobre el misterioso y maravilloso día que planeaste. –

– Oh, ¿así que ya te vas a levantar? – Alec rió.

– Si, – Magnus se encogió de hombros y se estiró, notando como Alec admiraba la vista. – Creo que primero llamaré a Camille, ¿ok? –

– Si claro, – Alec asintió abrazando a Magnus de la espalda y recargando su barbilla en su hombro, donde depositó un beso. – Iré a ayudar a preparar el desayuno y cuando termines bajas, ¿si? – cuando le soltó para irse, agregó. – Oh y ponte ropa vieja, – se sonrojó al decir lo siguiente. – Si no tienes te puedo prestar algo mío. –

Big City (Malec UA)Where stories live. Discover now