27. Explicaciones necesarias.

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Narra Ámbar:

Llegamos de vuelta a la mansión, íbamos a estudiar un par de cosas, o al menos eso le dije para convercerlo a que se quedase. 

Me alegraba que ya todo estaba solucionado con Simón.

Tampoco es que me agradase mucho el hecho de haber trabajado, aunque por lo menos descubrí otro de mis talentos ocultos: Prepara licuados.

En realidad no sé si considerarlo un talento, igual ese no es el punto.

—Bueno, vos andá directo a mi habitación, yo voy en un segundo. Dejé mis cuadernos en el auto —le indiqué a Simón y asintió.

Abrió la puerta de la mansión, se adentró y luego regresó corriendo hacia mí.

—Creo que debes ver esto —logró decir preocupado.

Fruncí el ceño cerrando la puerta de la limusina, ya habiendo sacado los cuadernos, claro.

—Ay Dios, Simón, seguro es una tontería y vos me hacés asustarme —rodé los ojos y corrí detrás de él.

—¡Ándale! —me hizo un ademán indicándome que avanzara—. Asoma un poco la cabeza y mira por ti misma, haz silencio.

—Ajá, por supuesto —bufé iba a hacer lo que me dijo, pero me arrepentí—. Esperá, ¿por qué se supone que yo debo obedecerte?

—Esto no es en serio —murmuró sobando sus sienes—. ¡Ámbar, por favor! ¿Tu madrina es esa mujer rubia, no?

—Sí. ¿Y qué?, ¿ahora también espías a mi familia? Te voy a denunciar por acoso, eh —reí, sin embargo dejé de hacerlo cuando noté que su rostro se endureció—. Uy, pero qué sentido del humor, era un chiste, Simón. ¿Ni un chiste simple chiste puede descifrar esa bolsa de aire que tenés de cerebro? —volví a reír—. También me sale la comedia, ¿creés que debo agregarlo a mi currículum? —revoleé mi cabello—. No doy más de perfecta, basta.

Simón estaba por hablar, pero un grito proveniente del interior de la mansión lo interrumpió—. ¡Callate de una buena vez! —oh, oh. Sharon Benson está haciendo de las suyas.

Ahí entendí la insistencia de Simón. Me preocupé y abrí la puerta de par en par.

Mi estómago se encogió cuando vi de quiénes se trataban; mi madrina tenía sostenida a Luna de la muñeca evitando que se fuese.

—¡Soltala! —grité, sí, pues fue lo único que se me ocurrió.

—Ámbar. ¿Qué pasa? Nosotras sólo estábamos conversando, ¿no, Luna? —se excusó Sharon manteniendo su agarre.

En eso Luna giró su rostro a nosotros y pude ver sus ojos cristalizados.

—¡Soltala, te dije! —recalqué acercándome un poco más—. Sharon...

Soltó a Luna lentamente para luego irse casi corriendo por las escaleras. Por fin.

Apresuré mi paso hacia mi prima, la cual se encontraba sobando su muñeca, seguro pronto se le formaría un hematoma. Cuando estuve cerca de ella, la ayudé a sentarse en el sofá.

—¿Qué te hizo? ¿De qué "conversaban" ¿Te lastimó? —inquirí rápidamente.

—Em, no, no. Estoy bien —sonrió débilmente.

Rogué que no fuese lo que estaba pensando.

—¿Te habló sobre ellos, no? —asintió, pasé mi mano por mi rostro, lo que faltaba—. Simón, ¿nos podrías dar un poco de espacio? Cosas familiares —le pedí sin mirarlo—. ¿Simón? —me volví hacia él, estaba en shock—. ¡Simón!

¿Será Este Un Buen Momento? | Simbar. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora