16. Estrés, odio y prácticas.

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Narra Ámbar:

—¿Qué? ¿A qué se refiere?— inquirí con arrogancia en mi voz.

—A hacer esto— ahora era el director mostrándonos su dedo ofensivo y comezó a reír exageradamente. 

Simón y yo nos miramos nerviosos, así que decidí hablar

—Director, nosotros no...

—Tranquilos—me interrumpió—, la profesora Le Brun es nueva este año, por lo que se toma muy en serio las reglas. ¿Detención por levantar un dedo? Nah.

—Espere. ¿Eso quiere decir que esto no irá a nuestro registros?— preguntó Simón esperanzado, pff, era obvio.

—Por supuesto, lo último que haría sería manchar sus nombres. Además, ¿qué esperaban?. ¿Que los dejara castigados lo que queda de día limpiando la biblioteca?. Por favor, eso dejémoslo para las novelas románticas juveniles— bufó mientras reía—. Ahora regresen a su aula, y díganle a la profesora que fue orden mía.

—Gracias— agradecí, me levanté de la incómoda silla.

Miré a Simón, tenía una sonrisa muy linda. Ahora voy a vomitar a mis pensamientos, ¿se puede?.

—Hasta luego, director. Gracias— se despidió Simón y se levantó.

Deprisa salimos de esa afixiante oficina.

—Agredece que ese acto tuyo no nos afectó— ironizó y carcajeó al caminar hacia la mencionada aula.

—¿Qué? ¡Vos deberías agradecerme!, obviamente por mí fue que no nos mandaron a detención. Creeme que si sólo hubieses sido vos el causante de este percance estarías ahora mismo "limpiando la biblioteca"— le recalqué haciendo comillas en el aire.

—¿Cómo tienes voluntad de decirme semejante cosa, Ámbar?. Se nota que no me conoces— intentó presumir acelerando el paso.

¿Ah? ¡A MÍ NADIE ME HABLA ASÍ!.

¿Me querés ver la cara Simón?.
Tengo varias.

Me adelanté y al ya estar cerca de él lo empujé hacia la pared, provocando que se estampase con los casilleros. Coloqué mi mano en su pecho para conservar la distancia e hice que me mirara a los ojos.

—Podés decir cualquier cosa— jalé su corbata acercándolo a mí—. Pero yo sé, y vos sabés, que te hubiera encantado pasar la tarde, so-lo con-mi-go— musité y lo solté.

Llegué rápido como si nada hubiese pasado, todos me miraron expectantes.

—Permiso. Miss, el director nos dijo que nos delvolvieramos a nuestra aula. ¿Puedo pasar?— le pedí sutilmente y ella asintió segundos después entró Simón.

Estaba atontado. Seguro soy la primera chica que se le acerca de esa manera. Tenía otra cosa pensada, pero no, era muy pronto.

(...)

—Ámbar, Ámbar, Ámbar, ¡por favor!— exclamaba Simón, implorando que le prestase atención.

¿Qué se cree?. Cuando Ámbar Smith dice no, es no. Nada más.

—Simón— giré sobre mi eje y quedé frente a él—, no trabajaré contigo. Le pediré al profesor hacerlo sola, ¿sí?.

—Mira, tú no puedes hacer eso. Es una prueba, de química, súper complicada, ¿comprendes?. Estará diseñada para que lo resuelvan dos personas, no individualmente— intentó hacerme cambiar de opinión.

Agh, Simón, por lo que he visto es uno de los mejores estudiantes, sin embargo, no tengo muchas esperanzas en creer que nosotros dos podamos trabajar juntos, no, no lo creo.

¿Será Este Un Buen Momento? | Simbar. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora