La pócima

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Esos días previos a la conversión fueron un suplicio para Cordelia, tanto que la vampiria casi no surtía efecto en cuanto al hambre se refería, y así llegaron los días de luna llena empeorando los síntomas, volviéndola más susceptible. Ni siquiera se acercaba al gran comedor.

Se ve un poco abrumada, ¿no lo creen? preguntó Ron a sus amigos durante una de las clases de Historia de la Magia, mirando de soslayo a la profesora Black. 

Sí, hace días que ni la vemos por los pasillos ni el gran comedorterció Harry. 

Está más pálida que de costumbre comentó Ron.

Así parece respondió Hermione, observando con especial atención como la mujer se paseaba por el aula evitando los haces de luz que entraban por las ventana. Cuando algún rayo de sol le daba en la piel, esbozaba un gesto de molestia y se apartaba enseguida.

Como les decía, existe una gran gama de magos celebres que simpatizaron con muggles. Merlín, por ejemplo, que trabajó incluso en la corte del rey Arthur dijo Cordelia.

¡Esto es ridículo! comentó Draco con una sonrisa sardónica. Sus amigos le rieron la gracia. 

Esta vez no voy a advertirte, Malfoy, te quedarás después de clases a limpiar esta aula sin magia. 

Pero... pero... 

Ya sabes que no tolero insolencias y que si intentas rebatir mis decisiones será peor para ti.

Simplemente yo... 

Diez puntos menos para Slytherin.

Draco guardó silencio no sin antes arrugar en el puño un pedazo de pergamino para tratar de drenar la impotencia que sentía en ese momento. A su parecer, la hermosa y delicada profesora Black era tan implacable y parca como lo era Snape con los Gryffindors, con la diferencia de que ella era injusta. Debía reconocer que con ella las clases de esa asignatura eran mucho menos tediosas que con el viejo Binns e incluso se tornaban interesantes, pero no soportaba la mención de los muggles y mucho más le indignaba ese tema tan extenso que se estudiaba en el tercer curso, la quema de brujas, la razón por la cual se debía odiar a los no mágicos. 

A pesar de las dificultades, Cordelia no salió de su habitación ni siquiera por las noches porque sabía que su ansiedad terminaría por retrasar el proceso de depuración de su cuerpo, sabía que perdería el control abalanzándose sobre cualquier criatura indefensa del bosque. Sin embargo, la mañana de uno de esos días y a través del correo matutino, Cordelia recibió una noticia maravillosa... 

Se encontraba desayunando una tostadas con mermelada en la comodidad de su habitación cuando alguien tocó la puerta. Cordelia, resopló de mal humor y se levantó para abrir, encontrándose al señor Filch del otro lado del umbral, sosteniendo un paquete en la mano derecha. 

Es para usted, lo dejaron en la lechucería porque como sabe, esos animales no pueden llegar a las mazmorras. Es de Slug and Jiggers. 

Gracias respondió la pelirroja con la mirada iluminada, lo que sorprendió al conserje.

Una vez que él se marchó, rápidamente procedió a destapar con emoción el paquete. Se trataba de dos cajas, una contenía un frasco rectangular de vidrio con un líquido amarillento en el interior. Cordelia lo sacó para admirarlo con una sonrisa en el rostro.

 Cordelia lo sacó para admirarlo con una sonrisa en el rostro

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El Misterio del ÁguilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora