Un encuentro perturbador

7.1K 308 131
                                    

En un bar de aspecto lóbrego y oloroso a cabras, dónde se mezclaban algunas risas beodas con lamentos de desamor y el tintineo de los cristales en medio de brindis, se encontraba un hombre de hosco aspecto, sentado en la barra con el ceño siempre fruncido y la cabeza ligeramente inclinada hacia adelante, con lo cual, dos cortinas de cabello negro y grasoso le ocultaban el rostro. Sostenía con mano firme un vaso de whisky de fuego que el cantinero le había entregado hacía un par de minutos y su larga capa negra se extendía tras él, confiriéndole un aspecto más sobrio.

El hombre cerró los ojos, dejando escapar un suspiro de cansancio o de resignación, nada más con recordar que a partir de la semana siguiente volvería a lidiar con la presencia de todos aquellos niños y adolescentes que, como todos los años, llegaban a invadir el inmaculado castillo. Sintió nostalgia de la paz que dejaba atrás en su casa lóbrega pero cómoda, dónde había estado a gusto con su soledad y con el fantasma de sus recuerdos que jamás lo abandonaban pero que se hacían más vividos en la quietud.

Se llevó el vaso a los labios y bebió el último trago sin esbozar ninguna mueca al sentir el escozor en su esófago. Volvió a colocar el vaso sobre la superficie de la barra y se frotó los ojos con el dorso de las manos. No estaba cansado por el viaje ya que había utilizado aparición pero sí lo estaba de las múltiples diligencias muggles que había tenido que hacer antes de abandonar su casa hasta el verano siguiente. Con lo mucho que detestaba su lado muggle también tenía que lidiar con él pues había impuestos que pagar, aunque estos no requerían demasiado dinero ya que él solo habitaba su casa durante el periodo de verano y algunas navidades.

Un nuevo pensamiento invadía su mente: el nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. No tenía idea de quién sería este año y una vez más el profesor Dumbledore había rechazado su oferta de impartir la asignatura tras el fracaso del payaso de Lockhart que durante todo el año anterior solo se había dedicado a tratar de llamar la atención, haciendo exhibiciones de torpeza e ineptitud.

No era que no le gustase la asignatura que impartía actualmente, de hecho la disfrutaba y amaba desde que tenía uso de razón y mientras fue estudiante, siempre resultó ser el mejor de su clase, pero dentro de su ser había una necesidad férrea por enmendar el pasado, por destruir cualquier ápice de magia oscura que hubiese en el mundo, esa magia oscura que tanto lo había obsesionado en el pasado y que había sido la causante principal de la ruptura de la única amistad sincera y pura que tuvo en toda su atribulada vida ¿y qué mejor que enseñar a defenderse de ella? De esa magia que le había traído tanta infelicidad...

—¿Quieres otro? preguntó el tabernero mientras levantaba el vaso de la barra y pasaba sobre ella un trapo mugriento.

El cliente dio una ligera cabezada.

—El último —contestó con voz queda.

—El deber llama, ¿no es así? —inquirió de nuevo el tabernero con un aspecto tan lóbrego como su negocio—. Dentro de una semana será primero de septiembre, el día en que llegan los chicos.

—Así es —contestó de forma lacónica el cliente mientras el tabernero dejaba caer un chorro de líquido de color miel sobre el vaso.

Y bien, Snape ¿Qué impartirás esta vez? ¿De nuevo Pociones?

El hombre no contestó, solo se limitó a fulminarlo con la mirada para advertirle sin decir nada que estaba siendo imprudente y que no deseaba seguir contestando sus preguntas.

—¡Vaya! Aún me guardas rencor porque te eché tantas veces de aquí. Solo eras un mocoso en ese entonces y luego... bueno creciste pero decidiste estar de lado de...

—¡Ya basta, Aberforth! ¿No puedo tomar un simple whisky de fuego sin que me incordies? No soy como esta bandada de idiotas que únicamente vienen aquí a publicar sus asuntos privados —respondió Snape echándole una mirada de desprecio a una bruja que visiblemente borracha lloraba sobre el hombro de su amiga que le daba golpecitos cariñosos en la espalda para tratar de consolarla.

El Misterio del ÁguilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora