Prólogo.

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                 La lluvia caía sobre el asfalto, haciendo el delicioso sonido del agua al impactar contra la tierra firme. Casi que parecía un reloj. O una cuenta atrás. Tic. Tac.

                Clara había sido la primera en llegar. Estudió con la mirada aquella casucha que el club había adoptado como lugar de reunión. Era una casa abandonada, de las afueras, húmeda y terriblemente fría. Podía ver caer las gotas por las partes en las que el techo estaba abierto.

                La carretera que pasaba a su lado estaba agrietada por todas partes, llena de baches y desierta. Nadie pasaba por allí. Supuso que esa era una de las razones por las que el club había elegido aquel lugar: la soledad. Y el silencio. A todos en el club les gustaba el silencio.

                Pero aquel silencio duró poco. Alguien llegaba. Clara escuchó el ruido de alguien al chocar contra los ladrillos que había desperdigados por el suelo, las maldiciones que profería dicha persona al hacerse daño y también una tos terrible.

                Alguien entró en la habitación.

                Era Nana. Pero no era Nana. Nana siempre parecía triste, siempre parecía desesperada, como si no supiera dónde estaba o qué hacía. Pero Nana, aquella extraña Nana que se había colado en la base del club de las sonrisas rotas, estaba radiante.

                Aunque había algo que no encajaba: tenía toda la cara con el rímel corrido, como si hubiera estado llorando. Llorando mucho. Pero lucía una sonrisa de oreja a oreja, tenía los ojos muy abiertos y en seguida empezó a parlotear.

                —¡Sí! — dijo Nana, entusiasmada —. ¡Por fin! Ya ha llegado el momento, Clara. Ya ha llegado.

                La otra la miró sin comprender.

                —¿No lo entiendes? ¡Por fin! ¡Por fin se va a acabar todo!

                El tiempo se congeló. Las gotas de lluvia dejaron de caer, la sonrisa de Nana se estiró a más no poder, y Clara abrió los ojos aún más que su compañera al oír las siguientes palabras.

                —¡Mañana! ¡Mañana voy a morir!

El club de las sonrisas rotas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora