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Siendo normal en mi, como todos los domingos en la mañana, llegué temprano a la misa.

El padre Kim aún no había llegado -cosa rara en él- así opté por sentarme en el final de las hileras que habían a lo largo y extensión de la iglesia para no llamar la atención.

Me quedé esperando a que el lugar se llenara y el encuentro diera inicio. El padre Kim me miró una que otra vez para sonreírme, le devolví el saludo de la misma forma.

— Cierren sus ojos y doblen sus rodillas para hacer una petición al señor —Sin prestar atención a nadie me levanté del asiento para solo arrodillarme y cerrar mis ojos, apretando fuertemente mis manos entrelazadas frente a mi rostro.

Por favor... Perdóname Dios.

Me volví a sentar, con el remordimiento y la culpa dentro de mi ser. Inhalé varias veces para calmar mis pensamientos y me mantuve quieto mirando al gigante hombre clavado en la cruz que estaba atrás del padre, de los monaguillos vestidos de blanco.

Sufriste mucho... Eh.

— Pueden darse el saludo de la paz —Ignoré todo a mi alrededor mientras pensaba en que castigo me merecía yo por mi pecado. Siendo este mas grande que el de él.

Seguramente me iré al infierno...

Una mano apareció en mi campo visual, invitándome a tomarla. El chico de tez pálida miraba a otro lado diferente a mi y agitó su mano en el aire desesperado para que la tomara de una vez por todas.

Un dato importante: Nadie me daba el saludo de la paz en ese lugar.

— ¿Vas a tomar mi mano o debo irme? —Su voz se superpuso sobre todos los demás ruidos que llenaban el lugar.

Alargué mi mano un poco inseguro y la apreté contra la de él. Quise que el momento durara mucho tiempo, pero apenas pude terminad de apretarla, la retiró y se fue sin despedirse.

Lo seguí con la mirada hasta que se detuvo frente a un hombre y una mujer de mediana edad, parecían estar riñéndolo por algo.

No es mi asunto.

Me hundí en mi lugar y esperé a que la misa terminara. Necesitaba hablar con Kim, urgentemente.

— ¿Cómo te fue cariño? —Me abrigué más para evitar que el aire penetrara la tela y tocara mi piel.

— Bien —Me límite a responder solo eso. A medida que avanzaba la brisa iba aumentando prolongadamente.

— Me alegro ¿Te confesaste? —Un silencio se hizo presente por un instante.

— Si —Mentí.

Realmente me espera un gran castigo. Lo cierto era que antes de que la misa diera por terminada me había ido. La presencia de alguien allí me incomodaba y no quería más problemas.

No hoy.

- Bien, amor. Dejé dinero en la alacena, compra algo para que cenes, hoy me toca hacer turno en urgencias y no creo poder llegar temprano. Te amo

— También te amo, mamá.

— Adiós bebé.

— Adiós ma.

Colgué y seguí caminando hasta llegar a casa. El cielo se había nublado lo suficiente como para indicar que pronto llovería, así que me apuré en buscar las llaves entre mis bolsillos, abrir la puerta principal para entrar rápidamente y cerrar tras de mi.

Fui a la cocina y abrí la nevera para sacar un poco de agua.

Mamá trabajaba 24/7 en ese hospital. La paga era lo suficientemente buena para darnos gustos y ella amaba ayudar a las personas, así que por eso se ha mantenido ahí.

Sorry... I'm gay 【 YM 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora