13: Siempre tú.

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13: Siempre tú.

—Akira... —niega y sonríe—. ¿Toru, mi amor?

Siquiera una palabra es necesaria, el gran tormento de su corazón acaba en ese preciso instante siendo reemplazado por un abrasador sentimiento, tan inefable. Sus miradas conectadas en una simple y tranquila armonía, sus pulsos acelerados. Un momento poco creíble para quien no deja de apreciar ensimismado la figura frente a él.

Ansiedad, tiene tantas preguntas que desea resolver, aún así hay algo que pide antes de ello, algo que lo puede por sobre su persona.

—¿Eres tú, no es así? —vuelve a indagar para asegurarse de que es cierto.

El silencio es su respuesta, y la confirmación puede sentirla, al igual que sus labios junto a los del rubio en un profundo beso. No esperan demasiado tiempo, luego de extrañarse de una forma inhumana ambos prosiguen con su apasionada muestra de afecto, subiendo las escaleras con torpeza sin soltarse el uno al otro. El reencuentro, y el ser consciente de quien es Akira dominan al pelinegro, ya no piensa sólo actúa.

Abre la puerta posando la llave en la cerradura, casi incapaz de hacerlo, mientras que el otro se apoya en su hombro, la respiración de este pega contra su cuello, estremeciéndolo.

Continúan otorgándose pequeños besos, con cariño, sosiego y dulzura, se echan tanto de menos. Al tener nuevamente a esa persona que es su todo, se siente completo, ha aparecido la pieza faltante del rompecabezas.

—¿Ahora lo entiendes, verdad? —murmura acariciando la mejilla del menor.

Una vez su pareja se ha percatado de que es él ya no hay riesgo alguno de desaparecer de la faz de la tierra, ya que el pelinegro descubre por su cuenta quien se encuentra detrás de la faceta de Akira. Esa es la única condición para quedarse allí permanentemente, todo aquel que descubra sobre la verdadera persona que hay en su interior debe enterarse por sus propios méritos, porque si él dice una palabra pagará el castigo con el cuerpo que posee, terminando por sucumbirse, y que todas las personas a su alrededor olviden que alguna vez lo conocieron.

Sus temores de desvanecerse por la eternidad se acaban en cuanto sabe que la persona más importante en su vida tiene en cuenta la realidad, de comprender por fin que ese rubio no es nadie más que su esposo, Yamashita Toru.

—Lo sé y lo lamento. —apenado.

En cuanto llegan a la habitación, los dos se recuestan en la cama del azabache, se quedan abrazados por un buen rato, el más alto sigue acariciando las mejillas del otro como una adicción, sonriendo con un gran alivio en sí. Su plan funcionó, Taka, su Taka está junto a él y no ha de rechazarlo.

—Aki... Toru —ríe al confundirse—. ¿Cómo te diré ahora? Ya me había acostumbrado a la idea de que me estaba enamorando de alguien más.

—Da igual, quien está aquí soy yo y no volveré a irme jamás. A no ser que el destino me odie tanto para acabar conmigo de nuevo. —sonríe con sarcasmo.

—Cállate, tú... No digas eso —dice y se aferra todavía más a la camisa del rubio—. No tienes idea cuanta falta me has hecho.

—Me lo dijiste, mi vida, lo sé. Lamento, lamento que hayas tenido que pasar momentos tan difíciles. —se disculpa con una pequeña angustia.

—Toru, no. Quien debe disculparse soy yo. Sé que ese día no debí enviarte un mensaje, yo sólo tenía que esperarte y por mi culpa... —traga saliva y lame sus labios para seguir—. Por mi culpa mira como han salido las cosas.

Always You ─ Toruka [En edición]Where stories live. Discover now