Fiesta pueblerina

Start from the beginning
                                    

---Gracias, me encanta como me veo.

Asintió con orgullo.

---Solo resalte tu belleza madre mía.

Estampe su mejilla con un gran beso.

---Iré a cambiarme.
Le dije antes de ir a mi habitación.

************************************

Nos encontrábamos con mi madre y los Morrison en la dichosa fiesta, había guardado la esperanza de que el castaño al final se decidiera a acompañarnos pero no fue así, él nunca apareció por lo que supusimos que no iría.

La fiesta era tal cuál me la había imaginado, gente pueblerina comiendo, bebiendo y bailando al compás de música country, los adornos eran extravagantes además de coloridos. Observaba a mi madre bailar  entretenidamente lo cuál hizo que sonrierá por un momento, hasta que Larry me invitó a bailar.

---No bailas tan mal.
Me dijo tomándome de la cintura.

Larry me parecía un chico pesado, su mirada lasciva sobre mi hacía que me sientiera incómoda todo el tiempo.

Después de bailar un par de canciones decidí alejarme de mi acompañante fingiendo estar cansada.

Necesitaba alcohol, de lo contrario sentía que me volvería loca. Me acerqué a una mesa con bebidas encontrandome con una bebida rojiza, la cuál deduje era ponche, peor es nada, pensé mientras me servía un poco.

---Simplemente hermosa.

Escuché una voz ya conocida detrás de mi, enseguida voltee.

---Hola, Steven...no pensé encontrarte aqui.

Sonreí al verlo, evidentemente él no encajaba en este ambiente.

---Vine a distraerme un poco, casi no suelo venir a las fiestas del pueblo, pero hoy me alegra haber venido.

Sus ojos penetrantes se clavaron sobre los míos, una sonrisa cálida apareció en su rostro y yo, yo estaba encandilada ante su imponente presencia.

---¿Te apetece un poco?
Señalé la bebida que se encontraba cerca de mi.

---Claro.
Respondió aún mirándome con esos ojos que seducían a cualquiera.

---Estas temblando ¿Te sucede algo?
Le había servido ponche y mi mano no había dejado de moverse, parecía que sufría de Parkinson, ya saben esa enfermedad en la que no controlas los movimientos de tu cuerpo.

!Que vergüenza!

---Ah..si, estoy bien, es solo que tengo un poco de frío.

Mentí.

---No te preocupes, yo solucionare eso.

Se acercó demasiado a mi, y por un momento pensé que...

---Gracias.
Se había quitado su abrigo y me lo había colocado por encima de los hombros.

---¿Te parece si nos sentamos?
Sugirió luego de habernos quedado un par de segundos en silencio mirándonos el uno al otro.

---Si claro, vamos.

Nos acercamos a una mesa aledaña  para sentarnos, era evidente que él  me gustaba.

Platicamos más de una hora, me había contado muchas cosas acerca de su vida, entre ellas que no hace mucho había regresado de Londres luego de haber obtenido una maestría en producción animal.

---¿Me concederias una pieza?
Steven se había puesto de pie para luego extenderme una mano en señal de invitación.

---Pero por supuesto.
Sonreí de oreja o oreja.

La hija de mi sirvientaWhere stories live. Discover now