Seis

5.9K 534 117
                                    

Quizá hayáis oído hablar del efecto mariposa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Quizá hayáis oído hablar del efecto mariposa. Es una teoría que se basa en que el simple aleteo de una mariposa podría causar un terremoto en alguna parte del planeta. Y, teniendo en cuenta el número de mariposas que aletean al día, esto haría del mundo un verdadero caos.

Pues, la mariposa ha aleteado y White ha empezado a ignorarme. Esto ha sido como una especie de terremoto y, me guste o no, los terremotos siempre generan un poco de caos.

El concepto de dejarme en paz que tiene Gabriel es distinto al que tenía yo. Yo creí que, simplemente, dejaría de meterse en mi vida y que olvidaría su interés en ayudarme. No pensé que me dejaría de hablar, ni que se olvidaría de mi existencia. Que es, exactamente, lo que ha hecho.

Cuando me he levantado Gabriel ya se había ido al instituto, llevándose el coche de mi padre con él. Por eso, ahora, me las estoy ingeniando para poder llevar la mochila, los apuntes, las muletas y a mi misma. Todo a la vez y sin llegar tarde a clase.

—¿Ryan?—una moto para a mi lado. El conductor se desprende el casco dejando ver una maraña de pelo rubio. Enseguida le reconozco: Travis Jones, uno de los chicos más populares del instituto y, probablemente, también uno de los más guapos. Lo único que tenemos en común Travis y yo es: las clases de mates, la pasión por el voley y el gusto por ir despeinados. Por supuesto, nunca hemos hablado. Excepto ahora.

—Si vas a reírte hazlo rápido—es la única explicación que le encuentro a que haya parado su moto—Tengo un poco de prisa.

—Tienes una mala imagen de mi, Brown—espero una sonrisa burlona pero no aparece—Sube.

—¿A esa cosa?—arqueo una ceja mientras señalo la moto—No pienso subirme a tu máquina de la muerte.

—Ofendes a Claudia— está vez Travis sonríe pero no es la sonrisa que esperaba.

—¿Quién es Claudia?

—Mi máquina de la muerte—Travis acaricia su moto y después fija sus ojos en mi—Vamos Ryan, si no subes llegaremos tarde los dos.

Mientras Travis me ayuda a subir a la moto pienso en distintas formas de tortura para White. Siento ganas de matarlo cuando Jones acelera. Cierro los ojos con fuerza. Puede que, en cierta manera, yo me lo haya buscado pero ¿irse de mi casa, en mi coche, sin avisarme? El caos ha comenzado de la forma menos esperada: apretando con fuerza el torso de Travis Jones subida al vehículo con ruedas más inestable que existe.

Mi cabeza da vueltas, mi corazón rompe contra mi pecho en cada latido y siento como el estómago sube por mi garganta. No me ha gustado nada mi primer viaje-y último-en moto. Sin embargo, esa no es la razón de mi malestar.

Como era de esperar, llegamos tarde. Aún así Travis siguió el ritmo de mis muletas y me acompañó hasta mi clase antes de irse a la suya.

Realmente, yo no entiendo a los hombres.

Cuando abrí la puerta lo vi. Rápidamente mis ojos se clavan sobre su mesa. Ella mira hacia el cielo en plena carcajada. Gabriel White la está haciendo reír y esa, amigos míos, esa es la razón de mi malestar.

—Brown, ¿se le rompió el reloj?—el profesor Smith se gira a mirarme.

—Tuve un... problema con el transporte.

—Siéntate.

¿Qué era lo que me molestaba? ¿Qué lo estuviera pasando de lujo con otra chica o que esa otra chica fuera Saray? Mierda. Supongo que ya estoy en el epicentro del terremoto. Apoyo el codo en la mesa y poso la mano en la mejilla. Por alguna razón-masoquismo, tal vez-no puedo apartar la vista de ellos. Esta sensación es nueva, ¿será eso que llaman celos? No. Yo no tendría porque estar celosa. Ni siquiera estoy segura de que Gabriel y yo seamos amigos. Definitivamente, no son celos.

—¿De qué va esto? ¡Quien te crees que eres White!—le grito, acercándome a él, al acabar la clase.

—No le hables así— estoy de mal humor y, con ese comentario, Saray consigue que tenga ganas de arrancarle las extensiones.

—Tu chico puede defenderse solito—con un gesto le indico que se vaya. Ella duda un momento pero, cuando Gabriel asiente, se va.

—Esto era lo que querías, ¿no?—Gabriel levanta las manos mientras se encoge de hombros. Sonríe y, por primera vez, me alegro de ver esa sonrisa burlona.

—No—confieso—Mira yo... yo no te entiendo y, la mayoría de veces, tengo ganas de matarte. No estoy acostumbrada a que se metan en mi vida y, la verdad, no me gusta. Pero, por alguna extraña razón, no quiero... no quiero que me dejes en paz.

***

La historia va avanzando... Ya tenemos hasta nuevos personajes.

¿Tú que piensas?

Espero tu voto y tu comentario

Te adoro,

Muchas gracias

L.

Sentimientos en guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora