Capítulo 68. Eso es lo que yo quiero...

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-Vamos Nora, no te harán nada. Tal vez estén enfadados, es comprensible, pero no te harán nada más. O hacéis las paces, o seguirás igual que hasta ahora, no puede pasar nada más.

Ella asintió, no muy segura de mis palabras, no lo estaba ni yo misma. ¿Cómo una persona sin padres, puede dar consejos sobre padres? 

Puedo decir que daría lo que fuera por estar en su lugar, siempre quisé ver a mis supuestos padres aunque fuese por unos instantes. Ver quiénes era, si tenían más hijos, o bueno, al menos saber si seguían vivos. Tal vez no estaría enfadada con ellos, ¿por qué iba a estarlo? Las monjas me habían contado que era una adolescente la que me abandonó, en el hospital, eso dijeron los médicos. La típica adolescente, tal vez yo habría hecho lo mismo. Simplemente quería pedirles una simple explicación, ¿por qué me abandonaron? ¿miedo? ¿dinero? 

Rubén me sacó de mis pensamientos, me dio una palmadita en la espalda, ya que Nora llevaba un buen rato hablando y yo estaba mirando a la nada. 

Quedaban un par de horas, aterrizaban en el aeropuerto sobre las ocho, después, venían en taxi hasta mi piso. Eran las seis y pico.

*****

Los tres estábamos en el sofá, conseguimos tranquilizar un poco a Nora, por fuera claro, porque juraría que oía los latidos de su corazón, acelerados. Eran las ocho y veintitres, no se tardaba casi nada en llegar a mi piso.

Un par de minutos más, y ahí estaba, lo que los tres estábamos esperando, el timbre. 

-¿Vas tú? - Le pregunté a Nora.

-Yo...

-¿Voy yo? - Volví a preguntar, aunque, más que una pregunta fue una afirmación. Ella asintió.

Me dirigí hacía el telefonillo, lo descolgué, y abrí sin preguntar quién era. Dejé la puerta de mi piso abierta, y me reuní con Rubén y con Nora en el salón. Ella se puso de pie, Rubén y yo estábamos sentados. 

-Joder... están aquí de verdad...

Se oían pasos por el rellano, allí estaba, un portazo, entró alguien en mi piso.

Una mujer, de unos cincuenta y tantos años. Tenía bastantes arrugas, unos ojos de igual color que los de Nora, incluso podría decir que eran idénticos. Vestía un jersey gris, con rayas negras. Unos vaqueros oscuros y unas botas negras. Al ver a Nora su cara se iluminó, una enorme sonrisa se dibujó en su cara y corrió a los brazos de Nora.

Yo esperaba a dos personas, pero no, no había nadie más. 

El abrazo duró bastante, incluso un par de minutos, sollozos por parte de las dos, ni una palabra, tan solo el abrazo. Finalmente se soltaron.

-Nora, ¿por qué? 

Esa fue la primera pregunta por parte de Inés, la madre de Nora, yo conocía su nombre porque Nora me lo mencionó un par de veces.

-Hay muchas razones mamá. Tal vez debí llamar antes, pero no me atrevía.

-¿Cómo estás? - Preguntó de nuevo su progenitora, apartándole un mechón detrás de la oreja.

-Yo estoy bien, no me merezco que te preocupes por mí.

-¿Cómo no voy a preocuparme?

-¿Dó-Dónde está papá? - Preguntó Nora al ver que faltaba.

-Nora, tu padre no fue tan comprensivo como yo. Lo siento, de verdad.

-Es comprensible... - Contestó Nora, mirando las puntas de sus Vans. 

Será cosa del destino. | Rubius y tú |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora