Capítulo 13. Una muestra de confianza.

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-Creo que te debo una explicación.- Le dije seria.

-Está bien, dime. - Me dijo, abriéndome más la puerta.

Pase dentro con él.

-Yo no suelo hablar de mi pasado. Todos acaban tratándome de una forma distinta, les doy pena. Pero bueno, allá va... - Respiré hondo. - Yo no tengo padres, es más, nunca los conocí. Me abandonaron en el hospital así que evidentemente fui una niña no deseada. Crecí en un pequeño orfanato, lleno de monjas. - Él me miraba atento.

-Yo no lo sabía, lo siento...

-No lo sabías porque yo no te lo conté.

-Pu-puedes seguir...

Me costaba recordar todo aquello, me venían miles de recuerdos a la cabeza y no sabía que contarle primero.

-Pero las cosas no me han ido muy bien, la gente allí dentro es horrible. Han... han hecho cosas que no te puedes ni imaginar. - Solté unas lágrimas, él me abrazó.

Le devolví aquel abrazo, lo necesitaba más de lo que necesitaba. Recordar a aquella gente dolía, pero saber que todo eso había pasado me daba cierta seguridad. Levanté mi cabeza y dirigí mis ojos a los suyos. Tenía esa mirada, esa mirada que tanto intentaba yo evitar.

-No me mires así, por favor. - Le dije.

-¿Así cómo?

-Con pena. No lo hagas.

-Vale.

Solo dijo eso y me volvió a abrazar. Bueno, ya se lo había soltado todo.

-Yo siento haberme marchado el otro día, y bueno, toda la situación ha sido un tanto rara. No me avergüenzo de lo que me ha pasado en el pasado...- Me solté de sus brazos.

-Es que no tienes que avergonzarte. Son esos los que tienen que avergonzarse, que no se les pueden llamar ni padres.

Le sonreí, me había desahogado. Le demostré que confiaba en él, por muy poco que le conocía me daba seguridad, me tranquilizaba. Nos quedamos en silencio, pero no era uno de esos silencios incómodos. Comenzábamos a ser amigos.

Rubén P.O.V.

Cuando me lo contó todo me sentía yo mal. Todo era una tontería, y al final resultó ser algo mucho más serio. La vi tan pequeña, llorando, tan indefensa. Me recordaba tanto a mi hermana pequeña, tampoco soportaba verla llorar. Me había cabreado conmigo en ese momento, por haberme enfadado por la mayor tontería posible. 

-Venga, está bien, ya paso.-Le dije.

¿En serio Rubius? ¿ya paso? 

Ella me sonrió y se separó de mi.

-Bueno, ya está. - Me dijo ella.

-Exacto, tú sonríe. - Le dije.

Y eso hizo. Se levantó pero agarré su brazo.

-¿Qué haces? - Le pregunté.

-Me voy...

-No te vayas. - Le solté. - Ya está todo olvidado. No pensé que era algo tan serio pero agradezco mucho tu sinceridad.

-Gracias.- Volvió a sentarse a mi lado. 

Pude contemplar mejor sus ojos. Eran marrones, un color oscuro y profundo, me hipnotizaban. Se notaba todo el dolor que sentía, en los ojos se pueden ver cosas inimaginables, todo el sufrimiento de una persona, simplemente porque pierden su brillo. Los suyos los había perdido hace tiempo. Eran de un color parecidos a los de Mangel, pero tenían algo que los distinguía.

Será cosa del destino. | Rubius y tú |Where stories live. Discover now