Cómo empezó

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Ese día comenzó como cualquier otro. No hubo nada que me alertara lo que sucedería; como siempre, acerté en las respuestas de los exámenes y como siempre, me fui de clases tras finalizar. Núnca antes me planteé que él hiciera cosas así, menos por mí.

-¡Sasuke! ¡¿No vienes?! –una chica de rosado cabello agitaba su mano mientras llamaba a otro adolescente de cabello oscuro y piel pálida. Éste negó y se giró hacia su casa, como cada viernes, primero iría a tomar su café en aquel lugarcito escondido entre calles solo para pasar un rato sin deberes en su cabeza.

-Bienvenido, ¿Qué se le ofrece? –sus ojos azules le sonrieron en conjunto con su boca, Sasuke le miró con detenimiento quedando con la mente vacía a consecuencia no solo de esa resplandeciente sonrisa tranquila sino de su piel trigueña y particular brillo. Mentiría si dijera que no le agradaba verlo luego de meses sin saber de él.

-Tú no eres el mesero de siempre, idiota. –su pierna cruzada levantaba un poco el mantelito color perla que adornaba la mesita individual. No había tardado en ubicarlo, ese chico parecía adivinar cada lugar al que visitaría. -¿Estás acosándome?

-¡Soy nuevo, dattebayo! –le aseguró apuntando el mandil que tenía atado a su cintura. –Son meras casualidades. –ni él se lo creyó.

-Bueno. Hay un problema, porque nunca he sabido qué clase de bebida me traen y como siempre me toca el mismo mesero... -si, en esa conversación, Sasuke se animó a decir más que sus siempre monosílabos. Sonrió complacido cuando lo vio gruñir celoso.

El hombre era sumamente atractivo, en especial por su edad, se veía maduro, fuerte, serio, lo había extrañado. Lo conoció una tarde en un curso de robótica que tomó para aumentar su expediente, al principio se desagradaban pero admiraron el talento de cada uno hasta terminar trabajando juntos dejando admirados a los profesores. Si bien, Naruto (así se llamaba el hombre) ya era más grande que Sasuke, su actitud infantil esporádica hacía que al Uchiha se le olvidara esa diferencia.

Incluso, tiempo después, ese compañerismo se fue convirtiendo en una especie de seudo-amistad que dejaba a los escasos amigos de Sasuke un tanto contrariados. Entre ellos, se notaba, había una tensión amorosa que espantaba cualquier permiso que creyera tener alguien más pero el orgullo de uno y el temor por su edad del otro hacía que esto solo llegara a simples sonrisas y miradas.

-No se preocupe, dattebayo, yo me encargo. –fingió respeto, lo vio correr hacia el interior y suspiró. De seguro no volvería a beber ese delicioso café, todo por no preguntar de qué clase era. Y sin embargo, aquel "mesero nuevo" regresó unos minutos después con una taza de cristal que dejó con mucho cuidado en la mesa, frente a él. –Cuidado... está caliente.

-¿Cómo supiste...?

-Ahm... adiviné. –le dijo y mientras estaba inclinado, ambos se miraron aunque por diferentes motivos, el menor escudriñando sus manos para asegurarse de la soltería (llevaba mucho sin verle, quizá había cambiado algo), el mayor admirando al moreno con tanta devoción que lo incomodó. -¿Vas a beberlo o no, ttebayo?

-Yo sabré. –lo vio ponerse recto y tallar sus dedos en el mandil, luego balancearse entre sus puntas y talones. –Adiós. –le dijo molesto y hasta que lo vio girarse, refunfuñó y le dio un primer sorbo. Muy guapo pero muy entrometido.

Efectivamente, había adivinado, ¡había acertado! Era increíble... lo estaba espiando, no había duda. Siguió disfrutando su café mientras hojeaba uno de sus libros de la escuela, estaba cerca de hacer los exámenes para postularse a las universidades y debía concentrarse sólo en eso. Su padre esperaba mucho de él y no iba a decepcionarle.

SIE-DWhere stories live. Discover now