Síndrome de Estocolmo

Start from the beginning
                                    

"Síndrome de Estocolmo, jodidos idiotas". Pensó.

Él sabía cómo se llamaba esa sensación en su pecho y estómago. Él sabía qué era ese ímpetu por pensar en esa persona especial. Él sabía lo que sentía... y no era un trastorno. Todo el mundo lo sentía alguna vez en su vida.

De camino a casa, siguió con la mirada perdida en su celular hasta que Itachi se lo arrebató con clara furia contenida, no lo destrozó quizá por mero autocontrol. Fugaku le mandaba miradas de enojo mientras conducía, Mikoto ni siquiera le dirigía la palabra.

Tenía apenas cuatro días de haber cumplido los ansiados dieciocho años. Recargó su espalda en el asiento e incluso se deslizó un poco hacia abajo, como tantas veces le prohibieron. Esperó todo el camino con los brazos cruzados y mirándolos. No les temía, no había hecho nada malo.

Su padre dejó el auto encendido y lo recibió uno de los trabajadores para estacionarlo. Todos salieron y la atmósfera pesada era casi compartida por los mismos sirvientes y trabajadores. Bostezó, lo habían despertado desde muy temprano y ahora necesitaba su ansiada siesta de las cinco de la tarde, común incluso desde antes de todo este embrollo.

Cerró la puerta de la antesala y los vio a los tres sentados pidiendo bebidas a la señora de la cocina. Resopló logrando mover parte de su cabello. Él le había regalado libertad, su familia le estaba exigiendo esclavitud en virtud de su amor. Lo más triste del asunto es que ya se lo esperaba, no por nada, había estado quejándose de estas consecuencias desde el primer día.

Decidió dormir, hasta los párpados le rogaban pestañear más lento. Rodeó un sofá y subió el primer escalón antes de escuchar la voz de su padre:

-¿De verdad crees que esto ya terminó? –le dijo sin mirarlo. Fugaku estaba enojado, se le notaba en esa manera de dilatar sus fosas nasales y como palpitaban sus músculos de la mandíbula. El autocontrol tan nefasto que caracterizaba a la familia Uchiha le estaba molestando inclusive a Itachi ahora.

Siempre tenían que aparentar, hasta cuando no tenían público que los admirara. Sasuke aprendió muchas, muchas cosas en esos días. Sobre todo, ser honesto.

-No. Supe que apenas empezaba cuando amenazaste a Naruto con asesinarlo. –le dijo tranquilo, se medio giró, esperando indicaciones pero sin rebajarse. Se sentía independiente, no por trabajar, no por pagarse una casa, no por tener una profesión, se sentía independiente porque por primera vez, estaba dispuesto a hacer lo que él quería. No Fugaku, no Mikoto, no Itachi. Él.

-Ven y siéntate. –le indicó aun sin mirarle. Sasuke miró a su madre, ella mantenía la mirada baja, haciendo lo posible por tener esa expresión dura. Se sentó a su lado con un poco de sadismo, sabía que ella era muy dulce, que estaba dando mucho de sí para mostrarse así, ella sería su arma secreta. Además, estaba listo para vivir, en toda la extensión de la palabra y eso implicaba afrontar miedos.

Su mayor miedo era la mirada de su padre.

Así, sentado a lado de Mikoto, Fugaku estaba frente a él y su hermano mayor le secundaba en un costado. Las bebidas llegaron pero solo quedaron en la mesita central tallada en cristal y mármol oscuro, protegida por unos mantelitos para cada taza.

Con Fugaku, antes no se discutía, así que Sasuke y él estaban en las mismas. ¿Cómo empezar? ¿Qué hacer? No necesitó jamás de algún castigo o plática. Lo que decía, se hacía. Listo.

Pasaron quizá unos minutos en los que Sasuke se preguntó por qué a él no le llevaron una bebida. Además, miró como el cabello de Itachi estaba levemente, minúsculamente, casi imperceptiblemente, esponjado. Miró la falda de su madre, tenía una arruga. Miró la frente de su padre, notó una curva en sus cejas, hacia arriba.

Cambió entonces su expresión. No necesitaba sino esos detalles para darse cuenta que a pesar de que estuvieran retacados de defectos, estaban así porque estaban aterrados de un posible daño. Estaban preocupados.

-Escuchen, Naruto en verdad...

-¡No te di permiso para hablar!

Sasuke detuvo sus palabras, le miró. Fugaku sacaba aire por la nariz, se contenía. Sasuke encorvó la espalda para recargar sus brazos en sus piernas, así terminó por acercarse más al cuerpo de su padre, como si le analizara, como si observara cada detalle de su psique.

-... ¿Por qué siempre eres tan agresivo conmigo? –preguntó, no necesitaba una respuesta, muy dentro de él sabía que esa actitud frívola y alejada era porque uno así crece, así aprende. Sasuke sabía que su padre lo amaba pero necesitaba recalcarlo si quería tener una oportunidad para hablar.

Y así fue, Fugaku no esperaba eso. Incluso se hizo unos centímetros hacia atrás mientras lo miraba sin palabras para responderle. Sasuke no sonrió, quería hacerlo, pero no lo hizo.

-De ti... casi siempre recibo órdenes y regaños. He sido un buen hijo, no pueden negarlo. –su tono de voz era tranquilo más no susceptible a cambios, relajado como ahora estaba siempre o casi siempre. –Obedecí cada orden, no pregunté y saben que... me he quedado con muchos deseos truncados, a pesar de que el dinero para nosotros no sea un problema. –supo que se sentían algo atacados pero supuso que Itachi sintió empatía por él cuando mencionó lo que él mismo sufrió.

-No estamos para hablar de ese tema.

-¿Tú no estás? Porque yo sí.

-¡Vas a acusar a ese imbécil y después te irás a un instituto para...! –detuvo la charla cuando Sasuke le sonrió con pena, como si tuviera piedad de él. Luego lo vio negar lentamente con la cabeza.

-Ya no. –algo hubo ahí que les aseguró que eso era definitivo. Sintió el temblor en Mikoto y se acomodó mejor en el sillón para verla. –Si en algún momento quieren escuchar a su hijo, si una tarde están dispuestos a entender, yo hablaré. Les diré todo.

Luego de eso, tomó su mochila y no subió las escaleras, salió de esa enorme casa que ya no sentía como suya.

Salió.

Siguió adelante con un mundo abierto y amenazador.

-¡Sasuke! –su arma secreta relució, corriendo hasta abrazarle por la espalda, llorando. –No, hijo, no... no.

-Madre, tranquila. –estaba aliviado, no debía mentirse a sí mismo, pero algo en su pecho latió cuando los vio también ahí, en el marco de la puerta.

Naruto tenía razón. Siempre la tuvo.


SIE-DWhere stories live. Discover now